Hoy: 22 de noviembre de 2024
El guardia civil Javier A. B. se ha quedado sin empleo y sueldo durante cinco días por desatar una pelea callejera en la terraza de un bar de Cáceres después de que un niño de 10 años, jugando, le manchase con un sobre de kétchup. El agente, que según los indicios estaba ebrio, empezó a reprimir al niño insistentemente.
El padre del menor, que también estaba en la terraza con su esposa y otras personas (todos ellos se conocían entre sí) intervino para pedirle al guardia que dejase ya en paz al niño, alegando que era pequeño y que lo del kétchup había sido sin querer.
Entonces se desató una pelea a puñetazos en la que el guardia mordió a una de las personas que trataron de inmovilizarle por la espalda para que dejase de dar puñetazos.
Los hechos concretos fueron los siguientes, según una sentencia del Tribunal Supremo que condena al agente a los citados cinco días sin empleo ni sueldo. Todo sucedió la noche del 5 de septiembre de 2020. El guardia civil se hallaba en la terraza de un bar en compañía de su pareja. Al lado, había otras parejas que conocían al guardia y mantenía cierta amistad con él. El hijo de 10 años de una de estas parejas, jugando con el sobre de kétchup, vertió sobre el agente parte del contenido.
“No te pongas tan chulo”
El guardia comenzó a reprender al niño, por lo que el padre de este le dijo que le “iba a dar una hostia si continuaba diciendo cosas a su hijo”. El guardia le replicó: “No te pongas tan chulo, eh”. Y se desató el caos. El agente se enfrentó primero a su pareja, quien le dijo que dejase al niño tranquilo, que había sido sin querer. Y, casi simultáneamente, se sucedieron golpes y puñetazos entre el padre, el agente y varios de los allí presentes que intentaban separarles. A la persona que le inmovilizó por detrás, el agente de la Guardia Civil le propinó un mordisco por el que tuvieron que darle dos puntos de sutura.
El guardia se marchó corriendo del lugar con el torso desnudo debido a que durante los forcejeos y puñetazos el polo que llevaba se le rompió.
En el lugar de los hechos se presentaron tres patrullas de la policía nacional. El guardia ya se había marchado de allí. Los policías le localizaron en un parque cercano junto a su esposa.
Cuando vio a los agentes policiales, el guardia hizo caso omiso a las peticiones de los agentes para que se detuviera, y emprendió una huida sin respetar el alto que de forma reiterada le gritaban los policías que le perseguían a la carrera. Otra de las patrullas pudo finalmente detenerlo.
Se negó a identificarse. Solo dijo que era compañero, pero rehusó identificarse. Hubo que introducirlo a la fuerza en el vehículo policial. Solo se identificó al llegar a la comisaría. Un juzgado de Cáceres investigó las lesiones, pero acabó archivando el caso.
Sin embargo, los jefes del instituto armado, al tener conocimiento de la trifulca y detención de unos de sus agentes, entendieron que los hechos constituían un atentado contra “la dignidad de la Guardia Civil”.
Antecedentes
Frente a esta sanción, el guardia, que ya había dado problemas con anterioridad en Cáceres por otra pelea, recurrió a los tribunales, que no le han dado la razón. Alegó presunción de inocencia, pero los jueces han dictaminado que los hechos están claros y que la actitud del agente es merecedora de ese castigo.
Destacan los jueces que el guardia, cuando fue detenido, se hallaba escondido a 500 metros del lugar donde desató la trifulca, y que posiblemente se encontraba bajo los efectos del alcohol. Añaden que se negó a identificarse en el momento de la detención, aun admitiendo que era guardia civil y que la documentación la llevaba su esposa en su bolso, pero esta también se negó a facilitársela a los policías.
Señala el tribunal que hubo que introducirlo por la fuerza en el vehículo policial y que el detenido comenzó a dar golpes al vehículo una que estaba dentro y esposado. Un guardia civil, aunque esté fuera de servicio, no puede mantener en la calle una conducta de este tipo, le recriminan los jueces.
Un agente atenta contra la dignidad del cuerpo cuando su mala conducta es percibida por personas ajenas al instituto armado y falta al decoro que cabe esperar, y más en plena calle, de un miembro de la Guardia Civil, según se explica en la sentencia del Tribunal Supremo que recientemente le ha condenado a cinco días sin sueldo.