Pasada la euforia, agridulce o no para algunos, desbocada para otros, y el esperado berrinche para los socialistas, llega la hora de la ver las cosas con la tranquilidad que da el paso del tiempo. No ha pasado demasiado, pero sí el suficiente para que la realidad nos abra los ojos y la reflexión se imponga.
¿Qué ha pasado en Extremadura? Lo sabemos: que el PP ha ganado pero su victoria no le sirve de mucho si no se deja querer o lanza corazones a los muchachos de Abascal, o al mismísimo líder de Vox, y aquí está la clave de todo lo que está por venir, que es no es otra cosa que una durísima negociación entre las dos fuerzas de la derecha de cara al nuevo gobierno de la comunidad.
Puede ocurrir cualquier cosa: que Vox deje gobernar con su abstención en segunda vuelta, muy improbable por lo que viene diciendo; que el PP forme gobierno con el apoyo de Vox sin coalición, o que se forme un Gobierno de coalición entre PP y Vox. Hay una dos opciones más: una que el PSOE facilite el Gobierno con su abstención ¿?, y una última y sin duda la peor, que tampoco hay que descartar: que sea imposible ninguna salida y haya que repetir elecciones, que sería desastroso para a ojos de la sociedad extremeña y de la clase política pero que no hay que despreciar en absoluto. Es lo que tiene haberse quedado a cuatro diputados de la mayoría absoluta, que era el objetivo del partido del PP y el motivo por el que se adelantaron las elecciones.
Lo que es cierto es que Extremadura quiere un Gobierno del PP con Vox en le medida o proporción que decidan sus líderes y lo que ha pasado en este territorio es bastante probable que se repita en las próximas elecciones autonómicas previstas en Aragón o Andalucía, donde Vox hará de cortafuegos para impedir que el PP gobierne en solitario y anuncia la tendencia de lo que puede ocurrir en las futuras elecciones generales en un momento en el que el PSOE paga sus muchas culpas por la corrupción, los acosos y las mentiras y se arrastra en la derrota y la soledad de un líder tocado y ¿casi hundido?
Por lo que vemos en estas primeras horas tras los resultados ya lo hemos visto antes en elecciones anteriores: se me antoja que sobra soberbia y falta sentido común y visión de Estado, en general, a los líderes. Los dirigentes nacionales de los partidos, los que ahora están en la cresta de la ola como Abascal y los que están en el podio del triunfo como Feijóo, no deben mirarse tanto el ombligo y quitarse las gafas de cerca y ponerse las progresivas para no confundir al respetable ni confundirse así mismos. Tienen que aprender a negociar y hacerlo desde la proporcionalidad, que supone respetar la decisión del electorado, y construir desde ahí sin imposiciones ni posturas inflexibles. PP y Vox han abierto en Extremadura una etapa política en el país a corto y medio plazo que tiene proyección en el tiempo, y eso exige alturas de miras y liderazgo si realmente piensan en una sociedad cansada de personalismos, de siglas con orejeras y política de pasillo.
Los primeros gestos no van por el buen camino. Vox aún no ha recibido ninguna llamada de la presidenta de Extremadura en funciones, María Guardiola, tras las elecciones de este domingo, pero ha reiterado su «disposición» para alcanzar un pacto de gobierno con la ‘popular’, sin descartar formar parte de ese Ejecutivo autonómico, según recoge Europa Press.
El líder de Vox, Santiago Abascal, ha reivindicado a su partido como el «gran triunfador» en las elecciones celebradas en Extremadura y ha avisado a Guardiola, que depende de su respaldo para gobernar, de que hará valer su fuerza. Es legítimo que Vox haga valer sus resultados, pero el que ha ganado las elecciones ha sido el PP a distancia, a mucha distancia del partido de Abascal. Es legítimo, sí, que se respete el ideario político de un partido y de sus feligreses, pero también importa la responsabilidad de una mayoría social y los dirigentes tienen la obligación de predicar con el ejemplo de hacer valer el compromiso y el sentido de Estado del conjunto sobrte el de unos pocos.
El vicepresidente y secretario general de Vox, Ignacio Garriga, ha desvelado que Óscar Fernández, el candidato de su partido en los comicios, en los que Vox salió reforzado con seis asientos más en la Asamblea de Extremadura, «está esperando la llamada» del PP, al que ha instado a «decidir» si prefiere un acuerdo «para un cambio total y absoluto» en Extremadura o se inclina por conseguir una abstención del PSOE, algo que tampoco tiene que verse como anatema sino más más bien como un gesto de responsabilidad socialista y demostrar algo de sensatez. Este martes, la portavoz de la Ejecutiva del PSOE, Montse Mínguez, ha asegurado que la decisión de apoyar o no la investidura de María Guardiola como presidenta de Extremadura está en manos de los militantes de la federación extremeña.
Recuerdan lo que les decía antes del ombliguismo y las siglas con orejeras… Me atrevo a adelantar que el PSOE no facilitará el Gobierno del PP sin depender de Vox… es decir, más de lo mismo porque todos están por molestar sin ser molestados y que arree el que venga detrás. Primer ejemplo el de Compromís: considera «una trampa» la idea de que el PSOE debería abstenerse para evitar que el PP se entregue a Vox en los gobiernos autonómicos, como ha planteado en Extremadura el socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y ha avisado de que «no hay un PP moderado». ¿Dónde está la moderación? Habría que preguntarle al diputado de Sumar Alberto Ibáñez, que lanza esta advertencia-amenaza. ¿Dónde está la política en mayúsculas fuera del politiqueo filibustero? No acabo de verlo y eso que uso progresivas de calidad.