¿Qué es la gota y por qué va en aumento?

20 de diciembre de 2025
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Gota del pie

“Te dan ganas de cortarte el pie”, relató. “Es como si todas tus articulaciones estuvieran llenas de cristales rotos”

Hace unos 13 años, Kyle Edmondson se despertó tras una noche de copas con amigos con un intenso dolor en la parte superior del pie. Al intentar levantarse de la cama, apenas podía caminar. En aquel momento, el médico le explicó que probablemente se había golpeado y le recomendó no apoyar el pie durante un tiempo.

Según recoge El Diario de Chihuahua, el dolor remitió al cabo de varias semanas, pero nunca desapareció del todo. Regresaba unas dos veces al año y, en algunas ocasiones, era tan intenso que Edmondson necesitaba muletas dentro de casa. Llegó incluso a usar botas de trabajo, ya que el simple roce de una sábana resultaba insoportable. “Te dan ganas de cortarte el pie”, relató. “Es como si todas tus articulaciones estuvieran llenas de cristales rotos”.

Tras cerca de cinco años de recaídas constantes, acudió a un nuevo médico, que finalmente le diagnosticó gota. En ese momento, Edmondson era un diseñador de productos veinteañero que vivía en Kentucky y llevaba años conviviendo con una enfermedad que no había sido identificada correctamente.

A escala global, las tasas de gota han aumentado más de un 20% desde 1990. Este incremento ha ido de la mano de otras afecciones crónicas, como la obesidad, que pueden agravar la enfermedad. A pesar de su prevalencia, la gota; conocida históricamente como la “enfermedad de los reyes”, sigue rodeada de un fuerte estigma. Persiste la idea de que solo afecta a personas con excesos alimentarios o consumo elevado de alcohol.

Esa percepción también influye en la atención médica. Con frecuencia, se priorizan las recomendaciones dietéticas, como reducir las porciones, por encima de tratamientos farmacológicos eficaces a largo plazo. Como resultado, solo una parte de los pacientes recibe medicación específica y, en muchos casos, en dosis insuficientes para controlar la enfermedad de forma adecuada.

Asimismo, los brotes de gota suelen desencadenarse tras un consumo elevado de carne o alcohol. Por ello, las fiestas decembrinas o los periodos vacacionales pueden ser especialmente problemáticos para quienes no tienen la enfermedad bien tratada. Ante este escenario, especialistas han insistido en aclarar qué es la gota, cómo debe tratarse y qué papel desempeña realmente la alimentación.

¿Qué es?

Aunque la gota es una enfermedad antigua. Existen incluso evidencias de su presencia en un espécimen de tiranosaurio rex. En los humanos, una serie de mutaciones genéticas nos hace más propensos a desarrollarla que otros primates.

Está causada la enfermedad por niveles elevados de urato, conocido comúnmente como ácido úrico, en la sangre. Este compuesto se genera en gran parte durante la descomposición de las purinas, que son sustancias químicas presentes de forma natural en el organismo. Las purinas también se obtienen a través de la dieta, tanto de alimentos de origen animal como vegetal. La carne roja y los mariscos tienen un contenido elevado, y se encuentran en algunas verduras como las espinacas y los espárragos.

En condiciones normales, los riñones eliminan el urato sin dificultad. En las personas con gota, sin embargo, la cantidad es excesiva y el organismo no logra procesarla. El urato se cristaliza y se deposita en las articulaciones, como si fueran pequeñas piedras dentro de un engranaje. Con el tiempo, estos depósitos pueden formar bultos, llamados tofos, que erosionan huesos y articulaciones, aunque el dolor aparezca solo durante episodios concretos. “Lo que lo desencadena es la exposición por la dieta, pero no es la causa de fondo”, explicó Tony Merriman, epidemiólogo de la Universidad de Alabama en Birmingham.

Investigaciones lideradas por Merriman han demostrado que el riesgo de desarrollar gota está mucho más relacionado con la genética que con la dieta. En un análisis de más de 16.000 personas de ascendencia europea, los resultados mostraron que una dieta rica en purinas explicaba menos de una fracción mínima de las diferencias en los niveles de ácido úrico, mientras que los factores genéticos tenían un peso muy superior.

Algunas poblaciones presentan un mayor riesgo de padecer la enfermedad. Además, la obesidad, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares también influyen, ya que afectan a la capacidad del organismo para regular el ácido úrico.

¿Cuál es la forma correcta de tratarlo?

En internet, no obstante, abundan los consejos erróneos sobre la gota. Un análisis reciente de los vídeos más vistos en TikTok sobre la enfermedad reveló que la mayoría insistían en dietas bajas en purinas y promovían remedios herbales sin respaldo científico, como ciertos tés o el jugo concentrado de cereza ácida. Muy pocos mencionaban el alopurinol, el tratamiento de primera línea para reducir el ácido úrico.

Ivan Haworth, de 45 años, padece gota y enfermedad renal crónica. Reconoció que recurrió al jugo de cereza por desesperación. “Tenía ideas suicidas”, dijo. “Hubo varias veces en que se me bloqueaba toda la pierna y la cadera”. Durante años, nadie le explicó el daño progresivo que causa la gota ni le recetó la medicación adecuada.

Un solo ataque de gota suele tratarse con analgésicos comunes o colchicina, un fármaco antiinflamatorio. Sin embargo, en personas con brotes frecuentes, con tofos o con enfermedades asociadas, las guías médicas recomiendan tratamientos destinados a reducir de forma sostenida los niveles de ácido úrico. Encontrar la dosis adecuada requiere tiempo, ya que medicamentos como el alopurinol deben iniciarse en dosis bajas y aumentarse gradualmente para evitar efectos adversos.

En cuanto a la alimentación, los expertos subrayan que una dieta baja en purinas solo es útil a corto plazo, especialmente al iniciar el tratamiento o cuando los niveles de ácido úrico son difíciles de controlar. Mantenerla de forma prolongada puede llevar a un mayor consumo de carbohidratos y grasas, lo que perjudica la salud metabólica. Además, las verduras ricas en purinas no parecen aumentar el riesgo de padecer gota.

Además, los especialistas recomiendan centrarse en la pérdida de peso y en patrones alimentarios equilibrados, como la dieta mediterránea o la DASH, que también ayudan a controlar la presión arterial. Existen indicios de que algunos fármacos para la pérdida de peso podrían mejorar los niveles de ácido úrico, aunque todavía se están estudiando sus efectos a largo plazo.

En el caso de Edmondson, el tratamiento ha sido clave. Lleva ocho años tomando alopurinol a diario y se somete a controles anuales para vigilar sus niveles de ácido úrico. Desde hace años no ha sufrido ningún brote, y su última medición fue de 4,8 miligramos por decilitro, muy por debajo del umbral de riesgo. “Preferiría no tomar medicamento”, reconoció. “Pero la alternativa es mucho peor”.

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