La diabetes no es solo una enfermedad metabólica. Es una condición crónica que impacta de forma profunda en la salud general y, especialmente, en el sistema cardiovascular. Los datos más recientes vuelven a encender las alarmas y refuerzan una realidad que a menudo pasa desapercibida hasta que aparecen las complicaciones.
Según la Federación Internacional de Diabetes (IDF), las personas con diabetes tienen un 73% más de riesgo de sufrir un infarto de miocardio en comparación con la población sin esta patología. Pero el problema no termina ahí. El riesgo de padecer un ictus aumenta un 54%, mientras que la probabilidad de desarrollar insuficiencia cardíaca se incrementa hasta en un 84%.
Estas cifras reflejan una relación directa entre la diabetes y el deterioro progresivo del sistema cardiovascular. El exceso de glucosa en sangre, mantenido en el tiempo, daña los vasos sanguíneos y acelera procesos inflamatorios que favorecen eventos graves. A esto se suman otras complicaciones frecuentes, como las afecciones oculares, la demencia vascular o los problemas renales. En España, casi un 28% de las personas con diabetes presenta algún grado de enfermedad renal crónica, lo que complica aún más su evolución clínica.
Lo más preocupante es que muchas de estas complicaciones se desarrollan de forma silenciosa y progresiva. Durante años, los síntomas pueden ser leves o inexistentes, lo que retrasa el diagnóstico y el tratamiento. Por eso, el seguimiento médico continuado y la detección precoz son claves para reducir el impacto real de la enfermedad.
La diabetes no solo tiene consecuencias sanitarias, también genera un fuerte impacto económico y social. Cada persona con diabetes supone un coste medio anual de 4.120 euros para el Sistema Nacional de Salud, lo que representa un sobrecoste del 78% respecto a una persona sin esta patología. Más de la mitad de estos costes están directamente relacionados con las complicaciones derivadas de la enfermedad, según datos del Ministerio de Sanidad.
Además, el impacto laboral es notable. Cerca del 15% de las personas con diabetes se encuentra en situación de desempleo o inactividad, y la prevalencia de la enfermedad es mayor en los tramos de renta más baja y en determinados territorios, lo que evidencia claras desigualdades sociales y territoriales.
Desde la Federación Española de Diabetes (FEDE) insisten en que esta combinación de alta carga asistencial y vulnerabilidad social refuerza la necesidad de invertir en prevención, educación diabetológica y un seguimiento cercano. Su presidente, Antonio Lavado, subraya que un abordaje temprano puede reducir de forma considerable el impacto clínico y económico de la diabetes.
Contar con datos sólidos y actualizados, bien analizados, es fundamental para orientar decisiones sanitarias eficaces. La diabetes se puede controlar, pero solo si se actúa a tiempo. La prevención no es una opción: es una necesidad urgente.