De Franco casi no se puede hablar porque en seguida te dicen que eres un fascista o un nostálgico. Por si alguien se le ocurre así llamarme, recurro a las etimologías de las dos palabras con las que, en esencia, estoy absolutamente de acuerdo. Fascio se representa con una gavilla de espigas o semejantes, acordada en una cinta como señal de unidad. Después Mussolini lastimó el concepto. Y nostalgia, del griego, es el “dolor por el regreso” que, si lo dispuesto a regresar son valores, más que dolor tendré entusiasmo.
Trataba de recordar las maneras que aseguran tenía Franco en el nombramiento o despedida de sus ministros: les enviaba un motorista con sobre y su membrete correspondiente y el personaje había dejado de serlo o iniciaba su prepotencia. Pero como nadie tenía secretos a desvelar de nadie o, si los había, callaban para siempre sus represalias, el miedo se deshacía.
Ahora, como todos al parecer tienen mucho que ocultar, al ser desnombrados de un cargo importante, rápidamente le ascienden a otro. O, para agradecer los servicios prestados le regalan un alto cargo en Telefónica, como al señor Urtuzar… ¡Tiempos recios!
Pedro Villarejo