Haciendo memoria, reflexionando sobre cuál sería la mejor opción para elegir a nuestros representantes, recordamos casi con estremecimiento los años vividos por culpa de unos personajes deshonestos.
Estos se escondieron tras unas siglas que no les pertenecían, no representaban a los que militaban o se sentían afines a esas políticas, y se «colaron», protegidos y arropados, por ese grupo que llegaba para terminar con la paz de todos los ciudadanos.
Su pretensión era romper con todo lo logrado por y para el prestigio de una gran nación: la nuestra. Su afán era perpetuarse en el poder sin respetar absolutamente nada de lo consensuado e institucionalizado. Lo hicieron con premeditación, alevosía y nocturnidad, con ese oscurantismo que destruyó la confianza de muchos.
Los ciudadanos estuvieron pendientes de los resultados después del escrutinio, existía una gran inquietud por las componendas que se esperaban, pues aún habiendo ganado un partido con más votos que los otros, se reunieron con una colección de partidos perdedores por sí solos, y se unieron para colocar en el pódium a alguien que se creyó un César.
La intranquilidad reinaba entre muchos que esperaban que ocurriera lo peor como así pasó, y llegó ese ser que, creyéndose intocable, nos vendió a todos, incluso tocando nuestra honestidad de españoles, arrastrada por su engreimiento y supremacía ante el mundo.
Así comenzaron las componendas para sumar escaños, uniéndose en una especie de contubernio, creando el gran muro.
De esta forma, lograron ese poder tan codiciado para gobernar siempre a base de decretos, tumbando lo que hasta entonces había funcionado y subiendo con sus malas políticas el número de empobrecidos que aumentaban año tras año.
Quienes por edad habían vivido muchas elecciones estaban muy preocupados con los pactos que se estaban gestando, la mayoría para el proyecto de enriquecerse, vivir a lo grande y poner en práctica lo comprometido solo con los suyos.
Una vez revestido, quiso posar para su primera foto en el Falcon imitando a Kennedy, dando un toque de «aquí estoy» que delató su narcisismo absurdo.
Y así comenzaron los siete años de un declive moral y freno institucional de todo un país que observaba y que tenía la idea comentada por muchos de que no serían capaces de hacer esto o aquello por ser perjudicial para el país… Pues sí, se atrevieron a todo, sin freno, sin respeto, se creyeron intocables y como tales actuaron.
Nos enfrentaron a naciones que siempre nos apoyaron, se esforzaron en crear con ostentación faltas de respeto a sus símbolos y realizaron auténticas espantadas en actos que servían de afianzamiento con los países afines a nuestras políticas que funcionaron bien hasta entonces.
Hasta que llegaron los nuevos impresentables, que se mostraron contrarios a todo lo que estaba establecido, siempre siendo la nota discordante en cualquier acto para que quedase constancia.
El gran deseo era fastidiar a la otra mitad del país, intentando educarla desde una perspectiva de total falta de moralidad y empatía hacia los demás, creando conceptos que para ellos eran doctrinas y para los otros, aberraciones.
Surgieron por todos lados voceros con dogmas varios para cambiar pensamientos, escribieron una nueva historia del país, trasladaron muertos de un lado a otro, recopilaron hasta los utensilios desechados de antaño. Creando siempre normas nuevas y absurdas, siempre dando consejos que ellos no cumplían.
Fueron normas consentidas por unas mentes que patinaban al sentirse superados por la gran oportunidad que tenían en sus manos. ¡Una auténtica locura vivida y sufrida por todos nosotros!
Tocaron todo lo pactado anteriormente con todos y cerraron las puertas de su Consejo de Ministros para ocultar sus destructivos proyectos a todos los ciudadanos.
Para hacer ver que trabajaban, creaban departamentos de todo tipo y quienes los representaban no sabían lo que era ser autónomo, ni habían trabajado en su vida, no sabían gestionar con verdad y dignidad los problemas de los ciudadanos.
El país se deterioraba día a día, y fue tan grande su pérdida de credibilidad que las otras naciones no se fiaban de ellos para nada. Eran incompatibles en conceptos, necesidades y formas de vida. Aquel país ya no lo reconocían ni sus antiguos aliados. De esta manera arrastraban al país y a todos sus habitantes a su propio fracaso.
Los montes se llenaron de hojarasca y los incendios se multiplicaron con sus malas políticas, y todo este desenfreno ocurría mientras los que debían poner freno a robos y violaciones, viajaban a repúblicas con las maletas llenas y regresaban con ellas vacías.
Eso lo aprendieron al final de la guerra civil, que en los estertores finales se apropiaron del resto de los valores que quedaban para entregarlos a los padres creadores que habían elegido libremente, allá donde el hielo helaba la sangre.
Mientras, aquí quedaba derramada nuestra sangre en las calles, en los campos, en las casas destruidas y en nuestros tristes y terribles recuerdos. ¡Todos perdimos!
Estos, los de hoy, pretendieron aflorar de nuevo los odios y rencillas de antaño, y eso es fomentar la maldad extrema para todos los españoles, porque todos los vivieron y todos venimos de los que murieron y de los supervivientes.
Muchos se largaron sin despedirse, hartos y cansados de tantas absurdas imposiciones que les impedían crecer. Empresarios brillantes, cerebros de verdadero prestigio… La sanidad se quedaba sin magníficos profesionales por no ser valorados. Hoy ejercen en otros países.
Eso, entre todos sus fallos, fue el detonante que tumbó su crédito,
mientras el país observaba y comenzaba a crear una esperanza sin presiones después de tantas prohibiciones.
Los siete niños de Écija era una anécdota comparada con la historia que crearon los cuatro niños del Peugeot. Queremos, con auténtica curiosidad, conocer el final.
Esperando el gran acontecimiento de la entrega del último capítulo del libro, que relata la trayectoria de intrigas, engaños, vicios, avaricia, además de mostrarnos la geografía de esos paraísos fiscales.
El capítulo final nos aclarará quien se quedó con quién, pues la familia se sentaba a la mesa y siempre puntuales. ¿Quedarán muchas sillas vacías al final?
La verdadera historia de España que quisieron borrar, pero que mientras existan personas longevas con su buena memoria, lo tienen muy difícil, ni con mentiras lo lograron.
Se encargarán los abuelos de dársela a conocer a sus hijos, nietos, bisnietos y a todo aquel que quiera saber la verdad, por ese orgullo que se perpetúa a en los buenos españoles, orgullosos del país donde nacieron.
El libro es gratis, pues ya está pagado por todos nosotros con losimpuestos.
Demasiada gente sin escrúpulos y sin un mínimo de vergüenza ni empatía hacia sus propios ciudadanos, engañados con toda clase de mentiras.
Jamás permitamos que se vuelva a colar gente tan inmoral y despreciable como la que se relata en ese libro que hemos vivido todos. ¡Cuidado con los estertores finales, aún no está escrito el final!
El título del libro es La Gran Historia de los Desertores del Honor.