Se conmemora este año el tercer centenario de la canonización de San Juan de la Cruz y el primero de su proclamación como doctor de la Iglesia por el papa Pío XI el 24 de agosto de 1926.
Su magisterio, de incalculable trascendencia, ocupa las páginas más selectas de la mística universal. La supremacía de su lírica sigue navegando en los mares de la predilección tanto que poetas ateos, agnósticos o confesionales, lo señalan como el más sabio, el más íntimo y su mejor maestro. La variedad de estilos en nuestra Generación del 27, destaca a San Juan de la Cruz como el faro de las páginas más hermosas, llevando en su equipaje de elegidos el Cántico o La llama, La Subida o la Noche.
Como es tiempo de oscuridades el que vivimos, me ha parecido oportuno destacar un par de estrofas de su poema Aunque es de Noche para poner, a pesar de todo, en evidencia la suprema esperanza de la Vida cuando es Dios quien la dirige e ilumina:
Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
En esta noche oscura de la vida,
que bien sé yo por fe la fonte Frida
aunque es de noche.
Su claridad nunca es oscurecida
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche…
Nos gustaría a más de uno cerrar las páginas de los periódicos, apagar tertulias y telediarios y abrir solamente libros de poemas en los que se estremeciera el hilo del porvenir y de la vida, sosegadamente. Como éste, de Ángel Crespo, que acabo de leer: “Por debajo de mis palabras / las sirenas se perseguían”… Porque las palabras de luz acaban perforando la noche.
Siempre mantuve que el evangelio no cabe en ningún partido político porque lo desborda, aunque no estaría de más que se sopesara la calidad de los comportamientos cuando verdaderamente se extraen del evangelio éstos o parecidos valores: El bien que viene si los daños se olvidan; la pasión por lo verdadero; el amor sereno a tantas bocas sedientas… Provechoso sería, de vez en cuando, alejarse de la casa propia y sentir desvelo por la ajena.
Una sociedad sin Dios es una lámpara apagada que sólo brilla casualmente cuando se descuelga por equivocación alguna estrella.
La metamorfosis de la Historia no puede cambiar camellos por platillos volantes. El Nacimiento de Jesús nunca será una forma que el otoño tiene de esconderse.
En esta Navidad del 25, a pesar de la multitud de luces que alumbran las calles, tiene la oscuridad de una noche en la que duermen al raso, todavía, muchos indigentes. Demasiadas familias cenarán en Navidad lo que las iglesias puedan acercarles desde las colas del hambre. Alarmantes corrupciones sociales y políticas degradan una sociedad, la nuestra, donde hay demasiados túneles sin destino, oscuridades que se aprovechan con ventaja para esconder despropósitos…
Y todo porque es de noche, porque apenas si se conoce el sitio donde encender la verdad.
Y todo porque hemos arrinconado a Dios, camuflando su venida con compras desorbitadas.
El amor generoso del Maestro, sin embargo, no ha de mirar para otro lado viéndonos sin cuna donde nacer a la dignidad que merece todo ser humano ya que los ladrones, aprovechando la noche, se han llevado para sus despilfarros la madera y la paja… Y la estrella de Belén porque no han podido.
Pedro Villarejo