La astucia desorientada, los crímenes y robos, las constantes falacias, tienen en justicia el castigo que les corresponde. Sísifo se aprovechaba de todo, esquilmaba a cuantos entraban en sus territorios y, para colmo, según la mitología, como también rechazaba morir, encadenó a Tánatos (la muerte) para quedarse vivo eternamente. Zeus se preocupó viendo que nadie pasaba al Hades y mandó la liberación de Tánatos, que señaló primeramente a Sísifo, aunque le dio tiempo para exigir a su esposa que no le favoreciese con ningún sepelio ostentoso ni honras que destacasen su figura. Por eso, tras su muerte, reclamó vivir de nuevo al no ser sepultado según lo establecido… Al fin, Sísifo fue condenado a la ceguera y al esfuerzo inútil, que señalaría Albert Camus, de subir una piedra que nunca habría de llegar hasta la cima.
La aplicación metafórica de los héroes mitológicos a la vida actual es pedagógica y conmovedora. El existencialismo francés, desde Sísifo, no deja alternativa al hombre más que el suicidio ante su pretendida esterilidad continua de un esfuerzo sin destino; para los cristianos, sin embargo, si sabemos reparar los extravíos, Dios nos ayudará con la piedra para subirla arriba.