Un estornudo es el reflejo natural diseñado para expulsar partículas irritantes y proteger las vías respiratorias. Cuando se reprime, la presión interna no desaparece, simplemente busca otra salida. Informes médicos publicados en revistas especializadas señalan que un estornudo puede generar velocidades superiores a 150 km/h. Retenerlo dirige esa fuerza hacia los tejidos sensibles de la cabeza.
Esa presión puede causar microlesiones en los vasos sanguíneos de la nariz, los ojos o los senos paranasales. En casos documentados se han observado hemorragias subconjuntivales, esas manchas rojas que aparecen en los ojos tras un esfuerzo excesivo. Según recoge Vanguardia (MX), suelen curarse solas, pero evidencian la enorme presión contenida.
Otro riesgo es el daño al oído medio. Al bloquear el estornudo, la presión se desplaza hacia los conductos auditivos y puede provocar perforación del tímpano, pérdida temporal de audición o zumbidos. Es infrecuente, pero la literatura médica confirma que ocurre, sobre todo en personas con antecedentes auditivos.
También existen casos clínicos de afectaciones en la garganta. Algunas personas han sufrido rupturas en la faringe por la presión atrapada al impedir la salida del aire comprimido. Estas lesiones causan dolor intenso, inflamación y dificultad para respirar, y requieren de atención médica inmediata.
Se han descrito, aunque muy raramente, roturas de costillas; ya que afectan sobre todo a personas mayores o con enfermedades respiratorias. Ocurren cuando la fuerza del estornudo se redirige hacia el tórax. Son episodios excepcionales, pero muestran la energía que el cuerpo intenta liberar.
En situaciones aún más inusuales, estudios clínicos han registrado fugas de aire hacia tejidos cercanos, un fenómeno llamado enfisema subcutáneo. El aire se escapa y queda atrapado bajo la piel, creando inflamación y una sensación de crujido al tacto. Suele resolverse sin complicaciones, pero demuestra lo riesgoso que puede ser contener un acto tan cotidiano como un estornudo.
Asimismo, la recomendación médica es clara, ya que no se deben reprimir los estornudos. Lo adecuado es cubrirse con el antebrazo o un pañuelo para evitar la dispersión de partículas, pero permitir que el reflejo se complete. Contener un estornudo no ofrece ningún beneficio y sí puede provocar lesiones inesperadas.
También se aconseja evitar posturas que aumenten la presión interna, como agachar la cabeza o cerrar por completo la boca. Dejar que el aire fluya reduce el riesgo de daño y favorece la salud respiratoria.
Es más, un estornudo puede expulsar una mezcla de niebla y microgotas que viajan hasta dos metros. También su presión interna puede superar la de un balón de fútbol inflado; y algunos animales, como los gatos, estornudan por motivos relacionados con las emociones.