Muy cerca de Veraluz mantiene su finca de caza doña Leocadia Bermúdez de la Palestra, una anciana de muchos posibles, con sólo un hijo que vive en Bélgica y que estuvo al servicio de la Reina Fabiola. Quiere volver a España pero su madre no le deja porque unió su vida a una chica impresentable, y además es republicano beligerante, con morados en la bufanda.
A doña Leocadia la cuida un matrimonio instalado en su casa y dedica gran parte de su tiempo a ver el fútbol en la pantalla grande de su televisor, poniendo de vagos irremediables a los jugadores del Real Madrid. De tarde en tarde, escucha los telediarios mientras se pinta las uñas y reza para que se salven los desalmados.
Doña Leocadia tuvo un novio rico, de muchos años, aunque lo mataron saliendo de la iglesia el 2 de septiembre de 1936, tras firmar en la sacristía los documentos de su boda. Después de muchos años doña Leocadia se casó, pero ya no fue lo mismo: aquel terrateniente de derechas fue sustituido por un abogado que se acomodó en el pueblo, amiga su familia del Caudillo, que tuvo capacidad para un único hijo y que murió cuando doña Leocadia estaba a punto de acostumbrarse a su mediocridad.
Pedro Villarejo