Los que se consideraban malos en otras épocas tenían, sin embargo, un código de respeto y de limpieza valorativa tras cometer un robo o un agravio. Cuenta María Teresa León en su Memoria de la melancolía que en casa de sus padres tenían una sirvienta cuyo novio era un anarquista de mucho cuidado pero al que su amada refería con largueza de virtudes:
-Era tan bueno, contaba la muchacha, que después de robar un banco se volvieron a su casa andando porque no tenían dinero.
-¿Y el dinero del robo?
-Ah no, ese era para la organización…
Da gusto encontrarse con gente que roba tan dulcemente sin que haya enriquecimiento personal. De todas maneras en España hay que tener cuidado con los envidiosos. Aquí, el que haya triunfado, aunque sea robando, tiene mala prensa. Para evitar resquemores, si has tenido éxito, cuando salgas de un coche disimula y hazte el cojo, que esos no levantan sospechas. Porque se suele ser benevolente con los defectos físicos, sobre todo, los de aquellos que no pueden correr demasiado.
Pedro Villarejo