El cambio climático ya no es solo un problema ambiental. Hoy se siente en la mente y en el corazón de millones de jóvenes en todo el mundo. La crisis no solo altera el clima; también genera ansiedad, miedo y un sentimiento de incertidumbre constante.
La geóloga y activista colombiana Juliana Rincón Flórez, que trabaja en temas de resiliencia comunitaria y defensa del territorio, explica que los impactos psicológicos son reales y cada vez más visibles.
Según la ONU, el cambio climático son alteraciones prolongadas en la temperatura y los patrones climáticos. Estas modificaciones pueden ser naturales, pero desde el siglo XIX la acción humana es el principal motor. La quema de carbón, petróleo y gas ha acelerado el calentamiento global y sus consecuencias.
Rincón señala que la preocupación por el futuro del planeta está afectando decisiones de vida de los jóvenes. Algunos dudan sobre tener hijos. Otros sienten un peso emocional difícil de manejar. Los estudios científicos confirman que la ansiedad y la depresión relacionadas con la crisis climática se han vuelto más frecuentes. Incluso se observa un impacto grave en comunidades indígenas, donde las tasas de suicidio muestran un aumento preocupante.
El temor es profundo, pero no es total. Muchos jóvenes también sienten esperanza. Se organizan en grupos locales y globales para actuar frente al cambio climático. Participan en marchas, campañas de sensibilización y proyectos comunitarios. Buscan transformar la preocupación en acción concreta, y eso les da un sentido de propósito y resiliencia, según apunta La Vanguardia MX.
Pese al miedo, los jóvenes no se rinden. Crean iniciativas que combinan tecnología, educación y activismo. Buscan soluciones para reducir emisiones, proteger ecosistemas y promover energías limpias. Este compromiso genera orgullo y fortalece su bienestar emocional. Actuar les permite sentir que pueden influir en un futuro incierto.
La conexión entre la salud mental y el cambio climático está cada vez más clara. No se trata solo de prevenir desastres ambientales, sino de proteger la salud emocional de toda una generación. La participación activa ofrece un antídoto frente a la desesperanza. Cada acción cuenta, y cada voz suma.
Rincón resalta que, aunque los desafíos son enormes, los jóvenes tienen la capacidad de cambiar la narrativa. Entre temor y esperanza, están aprendiendo a enfrentar la crisis climática con creatividad, solidaridad y valentía. La juventud global está marcada por el cambio climático, sí, pero también por la determinación de no dejar que el miedo defina su futuro.