En casi todos los países del mundo, las mujeres viven más que los hombres. No es una ventaja pequeña: la esperanza de vida femenina supera a la masculina por más de cinco años. Y lo curioso es que esta diferencia se mantiene incluso en situaciones extremas, como guerras o epidemias.
¿Por qué? Una parte importante está en nuestros genes. Las mujeres tienen dos cromosomas X. Los hombres, uno solo, acompañado del cromosoma Y, más pequeño y con menos información. Tener dos copias del X funciona como un “seguro biológico”. Si una copia tiene un problema, la otra puede compensarlo. En los hombres no existe ese respaldo.
Estudios con miles de especies muestran que este patrón no es exclusivo de los humanos. Cuando las hembras tienen dos cromosomas del mismo tipo, viven más. Cuando son los machos los que poseen esa combinación, sucede al revés. La evolución, de alguna manera, moldeó esa resistencia adicional.
Pero los genes no son la única pieza. La forma en que nuestras células envejecen también cuenta. Los llamados relojes epigenéticos, que analizan marcas químicas en el ADN, suelen mostrar que los hombres son biológicamente más “viejos” que las mujeres de su misma edad. Esa diferencia puede rondar entre uno y dos años. Es un pequeño margen, pero suficiente para influir en la salud con el paso del tiempo, según el Diario de Cuyo.
Las hormonas también juegan su papel. Los estrógenos, predominantes en las mujeres, protegen el corazón, regulan el colesterol y refuerzan el sistema inmunitario. Los andrógenos, más fuertes en los hombres, impulsan la masa muscular y conductas de riesgo. Esa mezcla puede aumentar la exposición a accidentes, infecciones o hábitos menos saludables.
La pandemia dejó esto claro. Los hombres registraron más complicaciones y mortalidad. Las mujeres parecían gestionar mejor la respuesta inflamatoria, aunque esa ventaja disminuye tras la menopausia.
A esto se suma el estilo de vida. Durante décadas, los hombres fumaron más, bebieron más y acudieron menos al médico. Aunque esas diferencias se han reducido, siguen teniendo impacto. En algunos países la brecha de longevidad se estrechó porque muchas mujeres adoptaron rutinas más estresantes y menos saludables.
Por último, existe una hipótesis evolutiva. En la mayoría de las especies, las hembras aseguran la supervivencia de las crías. Eso habría impulsado una biología más resistente en ellas. Incluso en experimentos con ratones sin hormonas femeninas, los individuos XX vivían más.
Todo apunta a lo mismo: la longevidad femenina es una combinación de genética, hormonas, estilo de vida y millones de años de evolución. Una mezcla compleja, pero sorprendentemente coherente.