Para hacer más despreciable la presencia en España, como rey, de José Bonaparte, la leyenda exagera relatando que Napoleón paseaba por las calles de Madrid arrojando monedas de oro que eran por los mendigos despreciadas… ¡Vaya usted a saber! Sí es históricamente comprobable que los intrusos con pretensiones de Gobierno fueron altamente desdeñados. Recuérdese, también, la presencia de Amadeo I de Saboya, a cuyo defensor Prim asesinaron antes de que el italiano tomara posesión del Reino.
Los franceses no nos han tenido simpatía nunca. Pocas emperatrices como Eugenia de Montijo, distinguida en elegancia y compostura, a la que llamaban, despreciativamente, la española. SarKozy, que ahora está en la cárcel por lo que todos hacen con diferente disimulo, ha sido últimamente el único que favoreció el Estado de Derecho frente a los etarras que en su País se acomodaban.
Del Louvre les han robado a los vecinos una buena colección de joyas en compensación, quizá, por las muchas que robaron ellos de los sitios que asediaban… En lo más incomprensible de los descuidos, verdeaban en sus vitrinas las esmeraldas.
Pedro Villarejo