‘La cárcel y sus consecuencias’, de Jesús Valverde Molina

11 de octubre de 2025
4 minutos de lectura
Relojes. | Fuente: Canva

En la cárcel el tiempo no se mide. En la cárcel el tiempo se siente, como se siente un dolor. Por eso necesito quedar libre del tiempo ​-Jesús Zarate, ‘La cárcel’, ​Premio Editorial Planeta 1972

​Continúa el profesor Valverde analizando los resultados obtenidos sobre la utilización del tiempo y el espacio en la cárcel. Se nota en sus afirmaciones que el estudio ha sido realizado desde dentro de la prisión, que la observación ha sido muy cercana, ya que se acerca mucho a la realidad de lo que es la cárcel en su día a día desde adentro.

Supongo que es creencia común que los presos pueden hacer lo que les dé la gana durante, al menos el tiempo que pasan en el patio, durante el día. Nada más lejos de la realidad. En la cárcel la utilización del tiempo y del espacio está tasado y lo que es peor, siempre está dispuesto a cambios de última hora.

¿Qué hacer? ¿Cuándo hacerlo? Y ¿Dónde hacerlo? Son preguntas sin respuesta hasta el mismo momento. El énfasis en la seguridad, en la evitación de la fuga y en el control exhaustivo del preso, a lo que hay que sumar el desinterés total y absoluto de la institución, “hacen que las actividades en la prisión, además de precarias, carezcan de interés para el preso, al que, por otra parte, no se intenta motivar a que participe en las escasas actividades que se realizan.”

El profesor Valverde concluye que existen dos razones principales por las cuales esto es así. La primera es la falta de personal capacitado, motivado y encargado de realizarlas, ya que la gran mayoría de los funcionarios (19 de cada 20) están dedicados a las tareas regimentales (seguridad y vigilancia). La segunda es la masificación de las cárceles, el hacinamiento, lo que provoca que la mayoría de los reclusos no puedan realizarlas.

Termina este epígrafe el autor de este maravilloso libro, con una llamada al orden, un toque de atención a la institución penitenciaria, supongo que motivado también por la prohibición que sufrió él mismo y su equipo de entrar en ninguna cárcel más, ni para estudios, ni para impartir cursos y actividades varias, al haber criticado y denunciado el estado de las cárceles.

Menciona el profesor Valverde que las actividades dentro de la prisión son organizadas y realizadas por personas ajenas a la prisión, grupos y organizaciones religiosas y laicas. Y así sigue siendo hoy en día, cuarenta años después de escribir este libro. Y así lo denuncio yo también en mis libros.

No obstante, que no se le ocurra a ninguna de estas organizaciones o a sus miembros criticar o denunciar el mal estado de las prisiones, su falta de personal, la falta de motivación de sus miembros o cualquier otra falla del sistema, ya que serán castigados con la indiferencia y por supuesto se les denegará la entrada en las prisiones, se les relegará al más absoluto ostracismo, tal y como hicieron con el autor de este maravilloso libro.

En ese sentido termina el epígrafe con esta reflexión: “Uno de los grandes riesgos de la intervención ciudadana en el ámbito de las instituciones penitenciarias es precisamente que la institución utilice al preso a modo de rehén, sometiendo al “voluntario” frecuentemente al silencio, a reprimir sus críticas bajo la amenaza de no permitirle la entrada en prisión.”

Continúa el profesor Valverde analizando dos aspectos que ya he tratado en otros artículos y que han sido continuación de lo dicho por él. La educación y el trabajo en la cárcel. Él desde su perspectiva de estudioso, de sociólogo de profesor, ha visto claramente lo que yo he vivido en mis propias carnes.

La educación y la cultura en la cárcel es prácticamente inexistente al no haber ni una estructura física que posibilite esa actividad, ya que como hemos visto el diseño de la cárcel está basado exclusivamente en la seguridad, la falta de un personal docente capacitado y motivado para actuar en ese ámbito y la inexistencia de un programa de intervención educativa diseñado específicamente para esa población reclusa.

Con respecto al trabajo en la cárcel, más de lo mismo, lo ya dicho en muchas ocasiones: no hay trabajo para todos los presos, como mucho llega al 25% de la población reclusa. Las instalaciones, la falta de interés de las instituciones son los mayores impedimentos para conseguir que los presos tengan una actividad laboral que les haga adaptarse y poder salir de la cárcel con una visión de futuro un poco menos negra de cuando entraron.

El trabajo, los puestos de trabajo se utilizan como moneda de cambio, como coacción para que la población reclusa se avenga a someterse indecentemente a la mal llamada “disciplina” carcelaria. Hay pocos puestos y mal pagados, pero saben que son muy codiciados ya que el estar ocupado durante unas horas hace más llevadero el encierro. Y en ello se basan para someter al preso. No hay ningún tipo de selección por aptitud sino tan solo por actitud.

Yo he convivido con presos con carreras, con abogados, con Magistrados-Jueces, con profesores de seguridad aeroportuaria y de aparatos de rayos X, con cinturones negros de judo, de karate y de defensa personal. Nunca han utilizado a ninguno para instruir, ni a los presos ni a los propios funcionarios.

Y de esa manera lo expone el profesor Valverde, algo que no gustó a las altas esferas de Instituciones Penitenciarias. Por ello fue sancionado con no volver a pisar una cárcel, como profesor, como investigador, claro, como preso sería muy bien recibido y con una acogida digna de otro libro.
​En el siguiente capítulo abordaremos lo que dice el autor sobre la vida en el patio. No tiene desperdicio.

Alfonso Pazos Fernández

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