Al pisarlas, exangües y doradas, se siente el crujido leve de la poca sangre que les queda. Todos los años, el proceso de las hojas caídas en otoño anuncia el proceso irremediable de la vida que se pone amarilla para despedirse. Así hemos visto al formidable Fernández Vara, extremeño y noble, despedirse sin querer homenajes ni calles ni que le llamen “íntegro progresista”, el mismo que le llamó “petardo” cuando no quiso comulgar con sus ruedas de molino.
Como las hojas del otoño, a merced del viento y las pisadas estamos los seres humanos cuando los inmorales se atreven a valorarnos como lo de hoy y lo contrario, sin más credibilidad que su propia indigencia…
Caen las hojas del otoño. El Gobierno de Francia a las dos horas de ser elegido. Caen los murmullos del alma cuando la muerte se acerca… Por más que se atrincheren algunos en los clavos ardiendo de los enjuagues y las mentiras, tendrán pronto su otoño de hojas desangradas: un viento fuerte las empujará al olvido porque no merecen siquiera ser pisadas. En el esperado otoño se cumplirá la frase de Unamuno porque “Un pueblo entero no tiene derecho al suicidio”.
Pedro Villarejo
Cuando el viento levanta
del suelo las hojas y les otorga el poder de volar, es un verdadero espectáculo ver sus bailes y sentirte como ellas, libres sin ataduras
a ninguna rama que sujeta al árbol queda desnuda esperando la primavera.
¡Es muy hermoso sentirse libre como el viento!