Él concede indultos y amnistías, rebaja o sube las penas, decide si tu conciencia está bien encaminada o es la suya, la del Peugeot, aquella que debe regir los hispanos comportamientos, acrisola la determinación de algunos jueces, señala con su dedo todopoderoso las consecuencias que tendrán todos los que se atrevan a perjudicar a su esposa, a su hermano o abra las intimidades de su entorno… La beatitud de nuestro Presidente de Gobierno es infinita y a ella debemos acogernos como esclavos de su incuestionable sabiduría.
Como le faltaban algunos flecos que decidir, en esta semana ha exigido a varias Comunidades Autónomas la lista de médicos objetores de conciencia, negados a practicar el aborto: cuando las leyes contradicen la vida, los sensatos tenemos derecho a defenderla… El endiosamiento de este señor no tiene límites. Sólo nos queda ya encenderle unos velas de agradecimiento porque nos deja ser libres, al menos, un ratito.
Lo único que alivia esta represión disimulada es sentir que la hora más oscura de la noche es precisamente aquella que precede al alba.