De vez en cuando aparecen en columnas especializadas de revistas o periódicos las características que manifiestan una persona con coeficiente intelectual alto. Jamás he comprobado si coinciden con las mías porque qué haría yo con una inteligencia que me sobrepasara, y mucho menos con una que no llegara a la media indispensable.
Lo ideal para saber si se está razonablemente bien es detectar los suspiros del aire a la mañana; si el azul es el color que prefiere el mar para deleite de los bañistas; si uno es capaz de vestirse solo, pensar solo y levantar la tapa sin que el suelo se manche demasiado; y prender la radio para estar seguro que un nuevo audio no estranguló otra vez la honorable dignidad del Presidente… Después, sentarse a escribir y dar gracias a Dios porque, a cualquier altura donde estemos, el cielo estará cerca.
Con esta inteligencia de hoy aún se pueden digerir, a sorbos, las calamidades y las injusticias del mundo. Con otra mayor, el sufrimiento de las tragedias sería insoportable. Los que nada se miran por dentro cada día, sólo se afanan en pedir ¡otra de gambas!