La soledad no deseada

16 de agosto de 2025
3 minutos de lectura
Manos de una mujer mayor. | Canva

Vivir es nuestro fin, y emplear nuestra vida en hacer más fácil la de quien lo necesita nos da un valor añadido a nuestra existencia

Ella, junto a su marido, creó una familia de tres, que fue la mayor felicidad a la que un ser humano podía aspirar. Hasta que el destino le arrebató su bastión más importante en la vida al quedarse viuda. Entonces se apoyó en su único hijo, pero, un día demasiado triste para recordarlo, el destino también se lo arrebató, y se quedó sola.

Una mañana cualquiera, en la nebulosa de su nueva vida, tomó conciencia de su situación. La invadió un miedo incontrolable y sintió que la complicidad con su hijo querido jamás podría regresar. Era su hijo, su niño, quien siempre la hacía partícipe de todas sus cuitas, preocupaciones y frustraciones, en la intimidad absoluta que solo madre e hijo comparten.

Ya no llegarían esos WhatsApp mañaneros, ni esas confidencias llenas de intimidad que acortaban la distancia. No volvería a escuchar, con la misma pena y nostalgia, esa palabra maravillosa: “mamá”.

El terrible impacto del duelo había pasado, pero en su corazón y en su alma sentía la inmensa ausencia de su queridísimo hijo, quien se había marchado para siempre.

Aquella matriarca de una pequeña familia de tres se quedó sola, con el dolor, el amor y la añoranza de ese grupo unido que disfrutó, vivió y luchó cada día por permanecer así, con ilusión y ganas.

Es muy doloroso perder a los seres queridos, pero es completamente desgarrador que una madre, cercana a los ochenta años, viuda desde hacía veinticinco, pierda a quien más ha amado en toda su vida: su único hijo.

¡No es natural ni lógico! Pero te sometes y piensas que es la voluntad de quien te regaló tu propia existencia y luego la adornó con la preciosa vida de un hijo que llenó tu mundo.

Lo amó más que a su propia vida; fue su hijo querido, al que disfrutó y admiró por sus valores e inteligencia, y que le hizo sentir esa grandeza única que solo la maternidad otorga.

Él, como es natural, voló libremente del nido y creó, junto a quien eligió, su propia historia de vida. Existió la distancia, pero la complicidad continuó hasta el último día de su vida.

Un día aciago, sin despedirse, partió de este mundo para siempre, con el ruido y las alteraciones que provoca la rapidez de la muerte. Esa mujer se quedó más sola que nunca y sintió un frío helado en el corazón que nadie debería experimentar.

Se dio cuenta de que toda su creación había desaparecido en un instante, y se sintió sola y desamparada. Esa es la soledad no deseada, la que realmente puede matar, por la falta de esos tiernos y dulces amores que no volverán.

Que no le hablen de soledad a quien nunca la ha sentido. Mejor aún, que nunca tengan que vivirla. Ella sabía mucho de eso… demasiado. Pero tuvo la fortuna de crear un “ejército” de personas maravillosas, encabezado por antiguos alumnos que, desde niños, la acompañaron junto con sus familias.

Además, está arropada por vecinos que, aunque viven en una urbanización, son cercanos en emociones, y eso le da la valentía para seguir adelante. Esas actitudes hacen a hombres y mujeres fuertes ante las pérdidas más dolorosas.

“Dios te lo dio y Dios te lo quitó.” Ante esa verdad, sobran las palabras.

Vivir es nuestro fin, y emplear nuestra vida en hacer más fácil la de quien lo necesita nos da un valor añadido a nuestra existencia.

Por eso, si conoces a personas que pasan sus días en soledad, no lo dudes: una llamada, una palabra de aliento, un “estoy aquí” será suficiente para que su día sea un poco más fácil.

Esas actitudes nos hacen creer en una humanidad sana, fuerte y empática. Sin importar creencias, grupos o ideologías, solo demostrarás tu grandeza de espíritu. Ese es el mayor don del que puedes sentirte orgulloso.

Todos debemos apoyarnos, y así podremos vivir con menos dolor, miseria y miedo, porque estaremos los unos para los otros, sin necesidad de pertenecer a ningún partido, grupo, lugar o religión.

Solo por sentir y vivir como seres humanos.

¡TODOS NOS MERECEMOS A TODOS!

3 Comments Responder

  1. No estamos preparados para aceptar la muerte anti natura,una madre no está preparada para eso y mucho menos si se enfrenta sin el apoyo de su otra mitad a la que también le tocó despedir pero hay madres que nos dan ejemplo cada día que superan la muerte de sus seres queridos y siguen Yo doy gracias a Dios por darles esa fortaleza

  2. Muchas gracias por compartir otro de tus maravillosos escritos que escucha con atención mi alma. Ciertamente nos tenemos y al igual que haces tú, yo también doy Gracias a Dios por ello.

  3. La pérdida de un ser querido es una de las tragedias más dolorosas de esta vida. Estoy segura de que, aunque no esté físicamente presente contigo, él permanece a tu lado, junto a su padre. Quiero que sepas que aunque te sientas sola a veces, no lo estás, todos te apoyamos en esta ausencia, tu «ejército» te quiere y sufre al verte sufrir de esta forma tan injusta.

    Hemos aprendido mucho de ti, de tu fortaleza y sabiduría en la vida, y esperamos seguir haciéndolo por muchos años. Muchas gracias por todo.

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