José Sánchez Guardia, es esencialmente un hombre bueno y un gran trabajador, aunque siempre tuvo muy presente lo que decía doña Concepción Granger, aquello de que la mortaja no tiene bolsillos y quizá por eso en su juventud las fiestas se le alargaban de lunes a lunes. Su madre, que ahora tiene 86 años y aún parece una chavalita, cuando lo veía, le decía que parecía «el hijo de las siete putas».
Pepe, nació en el barrio más pobre que había en Granada, ‘La Virgencica’, hasta que Franco, don Francisco –dice Pepe- les dio una casa en el polígono de la Cartuja. Él es el menor de cinco hermanos a los que no le fue fácil abrirse paso en la vida. “Mis hermanos mayores me fueron abriendo los ojos. Siempre nos hemos ayudado mucho”. Fueron una familia de trabajadores que se hizo a sí misma, pero a Pepe, la juerga le tiraba, hasta que hace veintiocho años conoció a Carmen, su mujer, que, junto con su hija, es lo mejor que le ha pasado en la vida, y ahí fue que se retiró de la noche.
Cuando terminó la mili, comenzó a trabajar en la hostelería, en los apartamentos Mariola, en la Castellana, pasó por Mallorca y al regreso aterrizó en ‘Poetas Andaluces’ y ahora en ‘El Cordobés de José Peregrina’, otro gran profesional y un lugar de encuentro para los amantes de las carnes, el pescado y los mariscos.
El Mesón de José Peregrina ha labrado una sólida reputación por la calidad de sus productos, un servicio atento, una hospitalidad sin disimulo, en el que destaca la cortesía y las tapas elaboradas dentro de un ambiente tradicional, cercano e ideal para disfrutar sin aparatosos precios. Es desde luego, una propuesta gastronómica que refleja autenticidad en el corazón de Granada, donde se siente que palpita un estilo casero y cercano que caracteriza a la cocina andalusí. En resumidas cuentas, un lugar donde uno se siente a gusto.
Pepe, es un profesional al que le gusta su trabajo y cada día trata de aprender. “Siempre hay algo nuevo que aprender para quien quiere hacerlo. La vida te enseña cada día -dice-. Le pidieron que cambiara de trabajo, pero es un enamorado de lo suyo. Aprendió, porque no le quedaba otro remedio, que hay que trabajar para poder comer, y lleva muy grabado el refrán que su padre siempre le repetía: “Con la cuchara que cojas es con la que vas a comer”. Notario de sí mismo, testigo de un tiempo que corre hacia el abismo de no se sabe dónde, sigue cada día dando lo mejor para que los clientes se vayan satisfechos y con la sensación de haber estado atendidos por un amigo.
Las luces del local se van encendiendo de nuevo para los comensales de la noche. En la mesa del rincón aún apuran los últimos tragos entre el hielo derretido, el doctor Javier Rodríguez, Antonio Lorite, un emprendedor que pertenece al grupo Vadolivo y que se dedica a subproductos del aceite, desde el alpechín, a las hojas, de quien Javier se pregunta que “¿si todos fuéramos Lorite qué sería de Jaén?” Lorite dice que él también fue camarero por obligación en el bar de su padre y aunque se reconoce mal estudiante terminó su carrera de ingeniería agrícola, y eso le llevó a experimentar con el alperujo y sacar la parte sólida con un proceso esencial de secado que luego se usa para alimentación animal y la fracción líquida la concentran para obtener varios ácidos y antioxidantes que tratan de deconstruirlo en Jaén, y crear así un ciclo de economía circular para el olivo.
Fernando Reyes, un químico gojeño que dirige la Fundación Medina, cuya actividad es la investigación de productos naturales antitumorales y antibióticos ante las alabanzas de su trabajo por Javier, le dice: “No te ensanches verdolaga, ‘arrecojete’ un poquito, que ni la huerta es tan grande, ni el hortelano tan rico”. La labor que hace en su fundación daría para otro artículo.
Pepe, tertuliano por un rato, se incorpora a lo suyo, que es poner todo a punto, mientras los amigos continúan su charla entre el sonido de los cubiertos y el crujir del fajinar de las copas, sacándoles brillo. Todo parece puesto con vestido nuevo, la tarde es un remolino de palabras en el recuerdo. Con razón se dice que el mejor vino del mundo es el que uno se toma con los amigos. Y con semejantes contertulios y un Pepe, -Don José- siempre atento al quite, no cabe la menor duda. Doy fe de ello. Que llenen.
El padre de Pepe es sabio. «Con la cuchara que cojas, es con la que vas a comer». Gran relato, señor Cotarelo
La historia está muy bien contada, es entretenida.
Si, muy bien escrita. Te metes en el personaje.
Pepe es todo un personaje de su tiempo