Envejecer en Cuba, el rostro silencioso de una crisis que no cede

29 de junio de 2025
2 minutos de lectura
Ancianos cubanos. | Fuente: EP

Cerca del 40% de los jubilados recibe una pensión mínima que equivale a tan solo 13 dólares oficiales al mes, pero su poder real de compra es aún menor

En Cuba, llegar a la vejez ya no significa una etapa de tranquilidad, sino un desafío constante por subsistir. Las pensiones, insuficientes incluso para cubrir lo básico, han empujado a miles de adultos mayores a buscar formas alternativas de ingreso en medio de la crisis económica. En un país donde más del 25% de la población tiene más de 60 años, la tercera edad enfrenta uno de sus momentos más oscuros, informa Diario Las Américas.

Isidro Manuet, de 73 años, es uno de ellos. Cada mañana instala su pequeño puesto improvisado en la calle Galiano, en pleno centro de La Habana. “Sobrevivo, porque esto es para comer, para nada más”, comenta resignado mientras intenta vender lo poco que tiene. Muchos como él acuden a las calles, ofreciendo café, cigarrillos o ropa usada, en un intento desesperado por compensar la caída del sistema de pensiones.

La precariedad es extrema: cerca del 40% de los jubilados recibe una pensión mínima que equivale a tan solo 13 dólares oficiales al mes, pero su poder real de compra es aún menor, reducido a unos cuatro dólares en el mercado informal. Antonia Diez, de 70 años, también se las ingenia para vender productos en la calle. “Nos buscamos la vida con esto porque la cosa está mala”, afirma. Con una pensión de 1.540 pesos, apenas le alcanza para comprar una docena de huevos. Su situación empeoró tras el éxodo masivo de jóvenes en 2022, que dejó a miles de ancianos sin el apoyo de sus familiares.

Escasez de productos básicos

A la crisis económica se suma el colapso del sistema de asistencia social. Antonia lamenta que ya no recibe los productos básicos que antes le enviaba el gobierno: “Hace rato que no mandan nada”. Ni siquiera el sistema de racionamiento, tradicional soporte del modelo cubano, logra garantizar una mínima estabilidad en el acceso a alimentos.

Lucy Pérez, de 72 años y jubilada tras 36 años como economista, describe el panorama con crudeza: “No tengo nada, mi casa se está cayendo (…) la situación es precaria y sin futuro”. Su pensión de 1.600 pesos no le alcanza para vivir sin ayuda del exterior, como ocurre con muchos jubilados que dependen de remesas o asistencia de conocidos.

En algunos casos, como el de Eva Suárez (78), la única opción viable son los comedores sociales. En el centro Las Margaritas del Sistema de Atención a la Familia, puede conseguir un plato de comida por 13 pesos. “Es la única alternativa que tengo”, dice. Sin embargo, solo 68.000 adultos mayores —de casi tres millones— acceden a este tipo de ayuda. Envejecer en Cuba ya no es una etapa para descansar, sino una batalla diaria por sobrevivir frente a un Estado colapsado e incapaz de garantizar lo esencial.

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