En tiempos de incertidumbre la certeza jurídica y la justicia son faros indispensables y el abogado es el encargado de mantenerlos encendidos
«El abogado es un artesano que debe saber pulir su obra con el cincel del derecho y el martillo de la justicia» (Francesco Carnelutti)
1. La esencia del abogado en la sociedad moderna
En la sociedad moderna, la figura del abogado trasciende la mera representación legal; se erige como un auxiliar indispensable de la justicia, un coadyuvante esencial en la administración equitativa del derecho. En España, esta premisa adquiere una relevancia particular, en un contexto donde la solidez institucional y la certeza jurídica son pilares para el desarrollo y la convivencia pacífica.
El abogado español, lejos de ser un simple intercesor entre particulares o entre el ciudadano y el Estado, asume un rol proactivo en la consecución de los fines del derecho, garantizando la defensa de los derechos fundamentales, la aplicación de la ley y la resolución pacífica de conflictos. Su función es dual: por un lado, representa y defiende los intereses de sus clientes con diligencia y lealtad; por otro, y de manera ineludible, coadyuva a la recta aplicación de la justicia, actuando como un verdadero guardián de los principios éticos y deontológicos que rigen su profesión.
2. El respaldo constitucional a la función del abogado
Esta función auxiliar del abogado está, además, sólidamente respaldada por nuestra Constitución Española. El Artículo 117 de la Constitución establece claramente que: «La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley.»
Aunque no mencione explícitamente a los abogados como «auxiliares de justicia» en este artículo, su rol se infiere y se desarrolla en el marco de la Ley Orgánica del Poder Judicial y el Estatuto General de la Abogacía Española. El abogado, en España, es considerado un colaborador esencial en la consecución de una tutela judicial efectiva, garantizando el derecho de defensa de los ciudadanos, uno de los pilares del Estado de Derecho. Su presencia y actuación son indispensables para que el sistema judicial funcione de manera justa y equitativa.
3. Amplio espectro de la labor del abogado
La labor del abogado no se limita a los estrados judiciales. Su influencia se extiende a la asesoría preventiva, la mediación, el arbitraje, la docencia y la investigación jurídica. En cada una de estas facetas, el profesional del derecho español contribuye a la construcción de un orden social más justo y equitativo.
La complejidad de las relaciones humanas y la evolución constante de la normativa legal exigen del abogado una preparación constante, una visión crítica y un compromiso inquebrantable con la ética. Es en este punto donde la dimensión del abogado como auxiliar de justicia se hace más evidente. Su intervención no busca simplemente la victoria procesal, sino la prevalencia de la verdad y la equidad, lo cual, en última instancia, beneficia a la sociedad en su conjunto al fortalecer la confianza en el sistema jurídico.
4. El compromiso ético y social de la abogacía española
El Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), consciente de la trascendencia de la función del jurista, ha impulsado a lo largo de su historia principios y directrices que buscan guiar el ejercicio profesional por senderos de rectitud y excelencia. En este sentido, el Código Deontológico de la Abogacía Española representa un hito fundamental en la consolidación de la ética profesional y en la reafirmación del rol del abogado como pilar de la justicia. Este compendio de principios, que se erige como una brújula moral para todo jurista, no es solo un conjunto de normas; es una declaración de valores que subraya la responsabilidad social inherente a la profesión, y que se ha ido actualizando para responder a los desafíos de cada época.
4.1. Principios fundamentales de la abogacía aspañola
La Abogacía Española, a través del Consejo General de la Abogacía Española, promueve los principios éticos y profesionales que deben guiar a todos los juristas. Es importante aclarar que, a diferencia de otros países, en España no existe un «Decálogo del Abogado» oficial, único y publicado con una fecha específica por el CGAE. En su lugar, los principios éticos que rigen la profesión se encuentran consolidados y desarrollados en el Código Deontológico de la Abogacía Española, cuya versión más reciente fue aprobada por el Pleno del CGAE el 6 de marzo de 2019.
No obstante, los valores universales de la abogacía, inspirados en la obra de juristas como Eduardo J. Couture, son plenamente aplicables y compartidos por los abogados españoles. A continuación, se desglosan estos principios fundamentales, que, más allá de una mera enumeración, constituyen un verdadero código de conducta implícito en la deontología profesional española:
- Estudia: El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día menos abogado. Este principio resalta la necesidad de la formación continua, la actualización permanente y la investigación jurídica. Un abogado que no estudia se rezaga y pierde la capacidad de ofrecer una asesoría y representación de calidad, comprometiendo así su función como auxiliar de justicia. La dinámica legislativa, la evolución de la jurisprudencia y los avances en la doctrina exigen una dedicación inquebrantable al estudio.
- Piensa: El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. Este punto subraya la importancia del análisis crítico, la capacidad de razonamiento lógico y la formulación de estrategias. El abogado no es un mero repetidor de leyes, sino un intérprete y aplicador de las mismas, lo cual requiere una profunda reflexión sobre los hechos, las normas y las implicaciones de cada decisión.
- Trabaja: La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia. Este principio enfatiza la dedicación, el esfuerzo y la diligencia que exige la profesión. El trabajo constante y meticuloso es fundamental para la consecución de los objetivos del cliente y, por ende, para la contribución efectiva a la justicia. La inacción o la negligencia minan la confianza en el sistema jurídico.
- Lucha: Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia. Este es quizás uno de los principios más trascendentales. Reconoce que el derecho es un medio para alcanzar la justicia, y no un fin en sí mismo. En situaciones donde la aplicación estricta de la ley pueda conducir a una injusticia material, el abogado tiene el deber ético de abogar por la solución más justa, incluso si ello implica desafiar interpretaciones convencionales.
- Sé leal: Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas. La lealtad es un pilar de la confianza, esencial en la relación abogado-cliente, en la interacción con la contraparte y en la relación con los Juzgados y Tribunales. La deslealtad no solo perjudica los intereses de las partes, sino que socava la credibilidad de todo el sistema.
- Tolera: Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya. La tolerancia es un valor fundamental en un sistema democrático y en el ejercicio del derecho. Implica respeto por las opiniones diversas, la capacidad de escuchar y de dialogar, y la aceptación de la pluralidad de enfoques. En el ámbito jurídico, la tolerancia es crucial para la construcción de consensos y la resolución pacífica de controversias.
- Ten paciencia: El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración. La justicia es un proceso que, por su naturaleza, requiere tiempo. La paciencia es una virtud indispensable para el abogado, quien debe comprender que los resultados no siempre son inmediatos y que la precipitación puede conducir a errores. La serenidad y la perseverancia son claves para el éxito y la eficacia en la defensa de los derechos.
- Ten fe: Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como el destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz. La fe en los principios fundamentales del derecho es lo que sostiene al abogado en su labor. Esta fe no es ciega, sino un convencimiento profundo de que el derecho, a pesar de sus imperfecciones, es la mejor herramienta para organizar la sociedad y garantizar la dignidad humana.
- Olvida: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Terminado el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota. Este principio es vital para la salud mental y la objetividad del abogado. La capacidad de dejar de lado las animosidades y las emociones negativas una vez concluido un caso permite al profesional mantener una perspectiva clara y abordar los desafíos futuros con serenidad y profesionalismo.
- Ama tu profesión: Considera la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor proponerle que sea abogado. Este último punto encapsula el amor y la pasión por la profesión. Un abogado que ama lo que hace no solo ejerce con mayor dedicación y compromiso, sino que también inspira a otros y contribuye a elevar el prestigio de la abogacía. Es un reflejo del orgullo por la función que se desempeña en la sociedad.
Marco Normativo Fundamental de la Abogacía Española
El Estatuto General de la Abogacía Española, actualmente regulado por el Real Decreto 135/2021, de 2 de marzo, aprobado por el Consejo de Ministros y publicado en el Boletín Oficial del Estado, es el marco normativo fundamental que rige la profesión de abogado en España. Este Estatuto, que derogó el anterior de 2001, establece los derechos, deberes y régimen disciplinario de los abogados, así como la organización colegial.
Junto con el Código Deontológico de la Abogacía Española, promulgado por el Consejo General de la Abogacía Española y con su última versión relevante aprobada el 6 de marzo de 2019, constituye el instrumento principal que regula la ética y el comportamiento profesional de los abogados en España. Este cuerpo normativo no es solo un conjunto de máximas; es un compromiso diario con la excelencia y la ética, una guía para navegar las complejidades del ejercicio profesional y, en última instancia, una reafirmación del rol del abogado como auxiliar insustituible de la justicia. Su observancia no solo dignifica la profesión, sino que fortalece la confianza ciudadana en el sistema de justicia y contribuye al Estado de Derecho.
5. La responsabilidad social del abogado aspañol
El abogado español, en su rol de auxiliar de justicia, tiene una responsabilidad social que trasciende la mera relación contractual con su cliente. Esta responsabilidad se manifiesta en diversos aspectos:
- Promoción del Estado de Derecho: El abogado es un defensor activo de la constitucionalidad y la legalidad. Su labor contribuye a la consolidación de un sistema donde prevalece el imperio de la ley, garantizando la seguridad jurídica y la protección de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Al insistir en el debido proceso, en la independencia judicial y en la transparencia, el abogado fortalece las instituciones democráticas.
- Acceso a la justicia y turno de oficio: Un aspecto crucial del rol del abogado como auxiliar de justicia es garantizar el acceso a la misma para todos, sin distinción. Esto implica, en muchos casos, la prestación de servicios a través del Turno de Oficio para quienes carecen de recursos económicos, la participación en programas de asistencia legal gratuita y la denuncia de cualquier obstáculo que impida a los ciudadanos ejercer sus derechos ante los tribunales. La justicia no puede ser un privilegio, sino un derecho universal.
- Mediación y resolución alternativa de conflictos (MASC): En un mundo cada vez más complejo, el abogado no solo debe ser un litigante experto, sino también un hábil mediador. La promoción de mecanismos alternativos de resolución de conflictos, como la mediación y el arbitraje, reduce la carga sobre los Juzgados y Tribunales, fomenta la cultura de la paz y permite soluciones más eficientes y satisfactorias para las partes. El abogado, en este rol, actúa como un facilitador de acuerdos, buscando la armonía social.
- Formación de nuevas generaciones: Los abogados con experiencia tienen el deber de transmitir sus conocimientos y valores a las nuevas generaciones. Esto se logra a través de la docencia, la mentoría y la participación en programas de formación continua, incluyendo la formación para el acceso a la profesión regulada por la Ley 34/2006, de 30 de octubre, sobre el acceso a las profesiones de la Abogacía y la Procura. La preparación de futuros profesionales comprometidos con la ética y la excelencia es fundamental para asegurar la continuidad y el fortalecimiento del rol del abogado como auxiliar de justicia.
- Crítica constructiva al sistema judicial: Si bien el abogado debe ser leal al sistema judicial, también tiene el deber de señalar sus deficiencias y proponer mejoras. Esta crítica, siempre constructiva y basada en argumentos sólidos, contribuye a la depuración del sistema, a la erradicación de prácticas corruptas y a la modernización de la administración de justicia. El abogado es una voz crítica necesaria para la mejora continua.
6. Desafíos y perspectivas futuras
El abogado español enfrenta un panorama dinámico y, en ocasiones, complejo. La globalización y los cambios socioeconómicos plantean nuevos desafíos y oportunidades. Para mantener su relevancia y seguir siendo un auxiliar eficaz de la justicia, el profesional del derecho debe:
- Especialización y transdisciplinariedad: La complejidad del derecho moderno exige una mayor especialización en áreas específicas (derecho ambiental, derechos humanos, derecho digital, etc.), pero también una visión transdisciplinaria que permita comprender los problemas desde múltiples perspectivas y ofrecer soluciones integrales.
- Fortalecer la ética y la deontología: En un entorno donde la desconfianza y la polarización pueden ser recurrentes, la ética profesional se erige como un baluarte. El cumplimiento estricto del Código Deontológico es fundamental para preservar la credibilidad de la profesión y la confianza pública en el sistema judicial.
- Participación activa en la vida pública: Los abogados, por su formación y conocimiento del sistema jurídico, tienen un rol importante en el debate público sobre temas de relevancia nacional, la formulación de políticas públicas y la defensa de los derechos fundamentales. Su voz es indispensable para la construcción de una sociedad más justa y democrática.
Epílogo
En definitiva, la figura del abogado español es multifacética y vital. No es solo un técnico del derecho, sino un agente de cambio, un defensor de la justicia y un promotor de la paz social. Su compromiso con los principios de la Abogacía Española, consolidados en su Código Deontológico y ahora bajo el marco del actualizado Estatuto General de la Abogacía, es la piedra angular sobre la cual se construye una profesión noble y al servicio de la sociedad. En tiempos de incertidumbre, la certeza jurídica y la justicia son faros indispensables, y el abogado es el encargado de mantenerlos encendidos.
«Donde hay un derecho, hay un abogado» (Francesco Carnelutti)
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Una lección de Derecho. Muy bueno…
Es un artículo muy completo y aleccionador
Muy interesante lo que cuenta el autor.