Niños y ancianos, la crueldad de puertas adentro

13 de abril de 2025
2 minutos de lectura
Niños y ancianos, la brutalidad de puertas adentro
Las notificaciones de sospecha de maltrato infantil han descendido. /EP

Con más frecuencia de lo que nos gustaría nos llegan noticias que congelan el ánimo y encienden la malaleche y la rabia. Esta última sucede en la Escuela Infantil Cascanueces, ubicada en la carretera de Loeches, en Torrejón de Ardoz (Madrid). La periodista Elena Díaz arranca su información en Fuentes Informadas con una imagen que ya nos coloca frente a la indignación y previene de lo peor: “Lo que debería ser un espacio de cuidado, aprendizaje y ternura se ha convertido en el escenario de un hecho profundamente perturbador”. Se refiere Elena a la investigación abierta tras conocer las imágenes en las que una trabajadora del centro maltrata a niños de corta edad en presencia de otras compañeras.

El vídeo grabado por una alumna en prácticas ha conmocionado y despierta la duda de lo que puede ocurrir en algunos casos de puertas adentro en centros en los que se cuidan a personas frágiles como los niños y ancianos. Estoy seguro de que en la mayoría de los casos el trato es digno y los cuidadores ponen cariño y ternura, pero también me atrevería a decir que habrá casos en los que trabajadores malnacidos maltratan y vejan a ancianos y niños indefensos. Lo que sucede es que no llegan a la opinión pública porque ocurren en la impunidad de la soledad o, lo que es abominable, con la complicidad de otros, que es lo que ha ocurrido en la escuela de Torrejón de Ardoz cuando una cuidadora maltrataba a un niño a la vista de la directora y de otra trabajadora y ninguna consideró que debía impedirlo.

Todo el mundo no vale para todo y aunque se tenga la cualificación docente puede faltar la profesional y la personal, esa que tiene que ver con la vocación para ejercer una actividad. Si se trabaja en algo por la obligación de ganarse un sueldo se puede llegar a olvidar que, a niños y ancianos, que viene a ser lo mismo, hay que darles cariño y tratarlos con ternura y jamás usar la violencia ni los malos modos, y eso hay que hacerlo porque se sienta de verdad, no porque nos vean o nos vigilen.

Es posible que se haya perdido algo o mucho ese sentido vocacional para dedicarse a una tarea y que se prime la necesidad de un trabajo “en lo que sea”, algo en lo que determinadas empresas fallan si lo permiten, como parece que ocurre.

Me pregunto, y no lo sé, si el personal que trabaja en centros infantiles o de mayores pasan controles psicotécnicos para averiguar cómo respondería si un niño no para de llorar o un anciano se hace caca sin su pañal. Quienes se preparan para policías o guardias, o militares, deben pasar duras pruebas para conocer bien su personalidad y no llevarse sorpresas en momentos de tensión cuando están de servicio. Muchos, con formación sobrada y actitudes físicas inmejorables, caen en esta evaluación, que es la última y la más exigente porque en realidad es extraordinariamente necesaria. Serán muchos los momentos de tensión en los que se enfrentarán a ciudadanos y no es cuestión de emprenderla a tiros a las primeras de cambio.

Cuando se trabaja en colectivos tan frágiles como niños y ancianos esta evaluación del comportamiento debería ser obligatoria y, si se ha hecho en el centro de Torrejón, no parece que haya sido muy concienzuda. Y digo si se ha hecho porque tengo mis dudas.

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