Hoy: 23 de febrero de 2025
Alguna vez quizá lo haya contado porque sigue teniendo su gracia prolongada. Mi madre, a los noventa años, sostenía con razón: “por muchos años que me queden, no me pueden quedar muchos”… y todos sonreíamos por la ocurrencia filosófica. Porque, en verdad, tenemos los años que nos faltan por cumplir, no los cumplidos.
Vistas así las cosas, con religioso optimismo, podemos decir que dentro de poco nos bastará para vivir un salón a medida de dos metros de largo por uno de ancho. Y ningún cuarto de baño porque al sitio donde vamos, como no se bebe, no se orina. Y lo demás, tampoco.
Sin embargo, antes de terminar sus cargos de importancia, o incluso dentro de ellos, los jefes se nos compran chalés con muchos cuartos de aseo (con lo molesto que debe ser que se llene la casa de olores a lejía), unos en Perú, otros en Puerta de Hierro, por si acaso el actual se oxida… Y así, de diferentes inclinaciones políticas. La manía que tienen casi todos de comprar espacios, con el poco que se necesita cuando se cierran los ojos… en un abrir y cerrar de ojos, dicen los clásicos, se acaba todo y… a más de uno le llegará la hora sin suficientes rollos de papel higiénico.
Gran lección moral, que no por repetida, deja de procurarnos una verdad sincera. Para qué tantos cuartos de baño si en la necesidad solamente podemos usar uno. Cuando todo acabe en las playas solo se meceran las olas.
Hermosa frase que lo revela con tino: «Cuando todo acabe, en las playas sólo se mecerán las olas»
Como siempre las olas, en su regreso al mar, arrastrarán entre su espuma, algas, agua y arena todos esos vicios logrados, junto a las avaricias enfermizas y solo quedarán en la memoria colectiva, que se difuminará en poco tiempo, el recuerdo de esa prepotencia,vivida.