Un mundo de maldad y venganza

Eso es lo que estamos viviendo. Una obsesión donde brillan por su ausencia la compasión, la compresión, el pensar en los otros como seres humanos falibles y llenos de complejos y debilidades. Una visión de túnel que ciega la honestidad de una posible mirada de frente y sin temor a los hechos reales, la negación absoluta para aceptar la realidad por tenebrosa y amedrentadora que sea.

Este mundo se ahoga en maldad y venganza. Que las guerras no son otra cosa. Las económicas, las de tanques y bombardeos, las de las familias disputando y robando herencias, las comerciales que hunden a los otros, las de gobernantes que olvidan a sus pueblos cegados por la ambición y el latrocinio.

Eso es “Disclaimer” (traducida como “Desprecio”), título original de la serie de siete capítulos de Alfonso Cuarón estrenada en Apple TV y que recién termina. La palabra “disclaimer” es un anglicismo que significa “advertencia” o “aviso”. Se refiere a una observación que se hace para advertir algo. Y de eso trata la serie, de una advertencia tras otra de lo que esta viniendo. Ignoro el por qué del título en español de “Desprecio”. Puede ser tal vez por el desprecio a la vida con tal de ejecutar la venganza total. O cualquier otra cosa que hayan pensado los publicistas.

Los “flashbacks” también imitan la vida de hoy. Hemos vivido un mundo que desde su creación se ha mantenido en pie de guerra. Las enfermedades y la miseria nos han acompañado a través de los siglos en medio de periodos de luz y brillantez, donde la mente humana logra elevarse sobre si misma y desarrollar todo su potencial.

Excelentes actuaciones de Cate Blanchett (siempre magnífica en cualquier formato) Kevin Kline, notable en su papel de vengador brillante e implacable, y Sacha Barón Cohen como el marido herido en busca de castigar a la culpable.

La serie es salvada varias veces por Cuarón con su espléndida narrativa. La fotografía es espléndida. La lideran dos brillantes directores: el francés Bruno Delbonnel y el mexicano Emmanuel Lubezki.
Y tal como en “Disclaimer” el mundo y la vida son un rompecabezas, la muerte y la gloria, la perversión y la santidad, la abundancia y la miseria, sobre todo, la de las almas atormentadas y sufrientes a causa de la ambición y voracidad de los demás. Verdades y mentiras. Absurdos e incomprensiones. Sin embargo, es nuestro mundo, el que hemos construido a golpe de martillo, espadas, tanques y balas. Sermones y predicas y peticiones constantes de paz.

Inmersos como estamos en la antigua ley de ojo por ojo y diente por diente, el dolor y la culpa se ciernen sobre los protagonistas de “Desprecio” y sobre las viudas nuevas y las madres sin hijos perdidas en las guerras actuales que los verdaderos responsables no detienen ni quieren detener.

Mientras, los actos más reprochables y vergonzosos de unos seres humanos contra otros, se cometen a diario y de forma incesante, sin que logre advertirse siquiera un atisbo de la anhelada paz para todos.
“Desprecio a la vida”. Y en ámbitos especializados, como el jurídico o económico, el “Disclaimer” se refiere a cláusulas de exención o renuncia de responsabilidad. Por ejemplo, en un contrato, las partes pueden pactar cláusulas de este tipo. Como si la vida de los demás, fuera un contrato y las partes pudieran pactar cláusulas de este tipo: exención o renuncia de responsabilidad. Si, repito, esto es lo que estamos viviendo. Un mundo caótico y sin corazón. Desprecio total.

*Por su interés recogemos este artículo de María Isabel Cáceres Menéndez
publicado en Diario de Yucatán