Hoy: 7 de noviembre de 2024
Los autores de este libro se lo han debido pasar bien al escribirlo porque han conseguido transmitir a su lectura un buen rollo infrecuente en este tipo de textos.
Infrecuente, porque al fin y al cabo se trata de la biografía de un comisario de policía, contada por él mismo con la ayuda de un avezado escritor, y ya me dirán ustedes qué gracia se le puede encontrar a la biografía de un comisario.
Pues la tiene. Esta biografía la tiene. Lo que Félix Alonso y Juan Torres han hecho es emular la técnica y los procedimientos de la clásica novela de aprendizaje (ya saben: El lazarillo de Tormes, Barry Lyndon y cosas así) y aplicarla a una historia que no tiene nada de ficción.
Porque esa es la clave de este libro: que es real como la vida misma.
Félix Alonso nació en San Lorenzo de El Escorial en 1949 y se jubiló, con el rango máximo de comisario principal, en 2013.
Repasen fechas: más de medio siglo de la historia de España contada desde las tripas mismas de las fuerzas del orden por un hombre atípico, curioso, comprometido, culto, que vivió aventuras insólitas y que las cuenta con una naturalidad pasmosa.
Cada uno de los capítulos del libro (bala de fogueo se denomina cada uno de ellos, y hay que leerse el libro para entender esta denominación) es un recorrido estrictamente cronológico por la vida de Félix. El primero de ellos cubre la infancia, adolescencia y primera juventud del protagonista y transcurre en los años duros y casposos de la España franquista.
Con veinte años, nuestro protagonista es ya un joven inspector de policía destinado en Barcelona, en la Barcelona moderna y seductora de aquellos años, y allí se cruza con policías babosos, con jovencitas seductoras, con antros de todo tipo. Como en las novelas de iniciación, insisto. Pero, como esto es la vida real, aparecen también los personajes del Caso Matesa, y Puig Antich, al que mató la justicia franquista, y Paquito Anguas, al que había matado Puig Antich, y hablaba con Félix de Godard.
No se pierdan esta segunda bala, fascinante por la recreación espléndida de la Barcelona de aquellos años.
Después, nuestro protagonista regresa a Madrid, dedica un tiempo a especializarse en los primeros balbuceos de la policía científica y consigue alzarse con una plaza de comisario en las primeras oposiciones serias que se organizan.
Félix Alonso dirige cuatro comisarías a lo largo de más de veinte años, y en todas le suceden cosas de lo más pintorescas y variadas. Pero no nos engañemos: a medida que lo vamos viendo dirimir conflictos y resolver líos, el libro desborda con mucho los límites concretos del protagonista y va poniendo sobre el tapete una descripción muy peculiar de la Transición española y del papel que la policía jugó en ésta.
No me pidan que les haga espóiler, naturalmente, pero les aseguro que tras leer Balas de fogueo uno sale de sus páginas como se sale de las novelas de aprendizaje: más asombrado, un poco más culto, y con el rictus que proporciona una lectura gozosa. Supongo que en ello ha tenido también algo ver la calidad de la tecla de Juan Torres, escritor avezado, periodista y, como él se autodefine, sobre todo poeta.
En fin, compren el libro, léanlo, y no se arrepentirán.
(Balas de fogueo. Editorial Distrito 93. Edición en papel 17 euros; edición digital 4,49)
Bernard Tieck