Hoy: 24 de noviembre de 2024
Ella no lo sabía, pero lo que él le daba, no era precisamente amor, ella lo admitía como tal, así él, se lo había enseñado.
Se levantó y lo primero que hizo fue mirarse en el espejo, vio como otras veces, el moratón, esta vez en la cara y comenzó a taparlo con nerviosismo.
Le dolía el costado, pero no le dio importancia, se miró el pecho para ver si esta vez no quedaron las marcas de sus dedos en ellos, era autentica fijación.
Lo cierto es que a pesar de todo, ella se sentía amada y sobre todo muy deseada, y eso le satisfacía enormemente.
Se vistió con rapidez, fue al cuarto de los niños para despertarles, ya no estaban, sabía que él, los atendía con amor y esmero.
Bajó y al entrar los niños le dijeron que le dejaron tranquila, porque papá les había dicho que mamá estaba muy cansada.
Él se acercó y besándola en los labios le dijo, como era su costumbre, que estaba preciosa, el buen maquillaje cumplía con su cometido, tapar las marcas del amor, según él, por la pasión desmedida que ella le producía.
Y así pasaba su vida, y así pasaron los años, sin darse cuenta que eso, no era verdadero amor.
Desde que se casaron, el actuaba con una pasión que a ella le satisfacía. Sentirse dominada le gustaba, en la había convertido en dependiente de sus enseñanzas, pero últimamente, le exigía más y más entrega.
En su época las intimidades no se comentaban con nadie, era cosa de dos y ella pensaba que era lo correcto. Además la fidelidad de la mujer con su marido era casi una religión.
Él era un hombre familiar, quería a sus hijos y según él, a ella le adoraba. Aquella noche, él le exigió que le hiciese daño, sentir sus uñas en su pecho y en su espalda y así hasta ver la sangre en su piel, luego le tocaría a ella, para sentir ese éxtasis final.
En principio ella se sorprendió, no le dijo nada y cumplió su deseo, pero esta vez, le dijo que no se sentía bien y él accedió a dejarla descansar. Y así hasta otro día. Esa fue otra más de sus enseñanzas.
Lo repasó en su mente y mientras acudía a su trabajo pensó que, ya no era tan” bonito” como anteriormente a ella le parecía, él le enseño todo lo que tenía que saber sobre las relaciones entre hombre y mujer, era el primero y único hombre que había conocido y dejó que él le enseñase.
Ella se sentía amada, pero ese amor tenía ese sabor amargo del dolor físico, que le hacía casi llorar. A él eso le gustaba y le excitaba.
Siempre escuchó decir a su madre, tienes que tener contento a tu marido .Y darle lo que te pida, y añadía, tú ya me entiendes hija… Y así pasaron los treinta años que vivió junto a él, hasta que la muerte se lo arrebató, en un accidente de avión.
La verdad es que nunca sintió la ternura, ni la dulzura del auténtico amor, conoció solo la pasión y el loco desenfreno, era como vivir en una continua turbulencia, pero ella estaba tan enamorada que se lo admitía y lo esperaba.
Nunca relató su experiencia sobre su matrimonio ni sus prácticas amorosas, de todas maneras a nadie le importaban. Sus hijos crecieron, se independizaron y dejaron el nido vacío.
Ella se quedó sola, vivía muy tranquila. Se acordaba de él y sentía físicamente su ausencia en muchas ocasiones. Sobre todo esa presión de sus manos en su cuerpo, que le hacía sentirse necesaria para él y que le recordaba que era su mujer, solo suya. Luego se producía en ella, una paz y tranquilidad enorme a pesar del dolor al que estaba acostumbrada.
Pero un día, como consecuencia de haber presenciado un hecho que le traumatizó enormemente, se vio obligada a visitar a un psicólogo. Gracias a esa terapia, salieron a relucir sus propias vivencias y conocimientos sobre sus relaciones matrimoniales.
Se dio cuenta a través del psicólogo que jamás su marido la había amado, solo la poseía y ejercía un total dominio sobre ella, que eso no era verdadero amor. Que se apoderó de su voluntad en su propio beneficio en todos los actos de su convivencia.
Incluso las humillaciones a las que le sometía, ella no las sentía como tales, las admitía sin responder y se dejaba mandar. Ella lo admiraba y se sentía pequeña a su lado en cuanto a cultura y conocimientos y además lo amaba de verdad, intensamente, le hacía sentirse mujer.
El veredicto del médico fue, que había sido una mujer maltratada. La verdadera arma en esos casos es que no te roben tu voluntad, pero ella lo consintió.
Esa fue su última sesión, tendría que asistir a reuniones de terapia conjunta, quedó en ello, salió bajando las escaleras a velocidad, quería huir de esa verdad, no quería saber más. Así que aquella tarde, salió de la consulta con la idea de no regresar y que jamás lo sabrían sus hijos.
Según el médico, había sido una mujer maltratada en todos los aspectos, pero ella no lo sabía y así había vivido más o menos, feliz y de golpe, la habían despertado de aquel desconocimiento, de aquellos hechos. Se arrepintió de haber acudido a las sesiones, solo le añadieron un dolor inmenso que le hacía muy infeliz.
Así que se repitió varias veces. ¡Que ella había sido feliz! Y que no se sintió maltratada nunca.
De todas formas era solo una parte de su vida, él ya estaba muerto, además fue un buen padre y jamás les faltó nada, esa era la verdad de su historia.
Cuando me contó su vida, una tarde de esas soleadas del mes de Marzo en una terraza en Sevilla, me impactó tanto su historia que le pedí permiso para poder contarla, me dijo que sí, pero me pidió que contase la verdad.
Yo no me siento como me catalogó el psicólogo, yo fui feliz, a mi modo.
Él despertó mi conciencia dormida, ya pasó todo, prefiero que continúe así, no quiero sentirme estigmatizada.
Además nunca me ha gustado que me etiqueten.
Es solo mi historia, me dijo.
Cuéntalo. Yo no sabía que era maltrato y me niego a reconocerlo como tal.
Lo quise de verdad.
una pena, una mujer muy maltratada sin saberlo y una consejera, su madre, que no se como catalogar la. Un marido desequilibrado y un manipulador de libro. Pobre mujer,, ha vivido con un monstruo y encima lo recuerda con cariño. una pena
Ama, desea, siente y vive el amor la pasión como te dé la gana que no venga nadie a contarte lo que es una relación de pareja y menos la tuya Parece que ya se les olvida que en su momento todas quisieron un Grey en su vida pero claro ahora todo es maltrato
Respeto profundamente la postura que ha tomado la protagonista de esta historia. Ya ha sufrido el golpe de descubrir muchos años después cual fue su realidad, pero es pasado y ahora no tendría ningún sentido atormentarse si realmente ella no lo vivió así, como un maltrato aunque lo fuera.
La felicito por tomar las riendas de su vida actual, y saber que esa etapa la superó lo mejor que supo. Cada uno hace lo que puede con su “lío”.