Hoy: 10 de noviembre de 2024
El cáncer supone un mazazo para el que recibe la noticia, para el paciente, pero también para su familia. En esta situación, el ejercicio suele ser su gran aliado para los afectados, tanto antes como durante el proceso, y también después de superar el mismo.
Soraya Casla, doctora en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, está considerada una de las pioneras en España en el ejercicio oncológico. Actualmente dirige ‘Ejercicio y cáncer‘, el primer centro especializado de ejercicio oncológico, situado en Madrid. Cree que el paradigma esá cambiando y que la sociedad cada vez entiende más la importancia del ejercicio físico en la salud.
“No es fácil, pero en la pandemia nos dimos cuenta de que quienes tenían ejercicio físico tenían mayor supervivencia”, insiste. Así, considera que hay más evidencia científica de que el ejercicio ayuda en diferentes enfermedades, no sólo en el caso del cáncer. “El ejercicio se empieza a percibir como algo que hay que hacer para estar mejor, incluso aunque se tenga el diagnóstico de una enfermedad”, añade.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas adultas en el mundo no llega a los estándares de actividad física aconsejados. El ejercicio es esencial para mantener una vida saludable, pues está relacionado con menores tasas de incidencia y de mortalidad de numerosas enfermedades. Al mismo tiempo, ayuda a mejorar la calidad de vida y reduce los efectos derivados de los tratamientos, según defiende la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
En el caso del cáncer, estas investigaciones constatan hasta un 30% en la reducción del riego de cáncer de vejiga, mama, endometrio, colon, estómago y esófago. “El ejercicio también se asocia a una reducción de casi el 20% del riesgo de mortalidad específica para todos los cánceres combinados”, agrega.
En este sentido, Soraya celebra que cada vez más pacientes se animan a practicar deporte después del diagnóstico. Así lo recoge en el manual Ante el cáncer, muévete, una publicación reciente en el que defiende la importancia de este fenómeno.
“Los pacientes son conscientes de que tienen que hacerlo. El ejercicio físico es realmente una terapia más, que previene otros tratamientos y que ayuda a otros procedimientos médicos. Antes del cáncer nos ayuda a prevenir diferentes tipos de tumores, hasta 26. También ayuda a reducir su riesgo, y previene otras enfermedades con una base fisiológica similar”, subraya Casla. Así mismo, incide en que el ejercicio aumenta la tasa de supervivencia, algo que defiende como”la mayor motivación para los pacientes”.
La doctora subraya que durante los tratamientos aparecen multitud de efectos secundarios que pueden ser reducidos mediante la actividad física. Destaca especialmente la reducción de la fatiga, un aspecto donde el ejercicio marca verdaderas diferencias. “Piensan que no pueden hacer ejercicio y cuando se acostumbran se encuentran mejor”, aclara.
Por otra parte, el ejercicio en el cáncer ayuda a prevenir las enfermedades cardiovasculares, así como la cardiotoxicidad que provocan a largo plazo los tratamientos. Además, previene la pérdida de masa muscular o la ganancia de grasa, algo que suele ser habitual. Del mismo modo, puede frenar la sensación de hormigueo o de falta de sensibilidad a nivel periférico en las extremidades o neuropatías periféricas.
De acuerdo con la doctora Casla, “el ejercicio mejora el sistema inmune y hace que la situación del paciente sea la mejor posible para recibir los tratamientos”. Además, por supuesto, de disminuir los niveles de presión y de ansiedad que nos puede presentar esta enfermedad”.
Así mismo, reconoce que, cuanto más estudia sobre los efectos secundarios del tratamiento del cáncer, más necesaria ve la práctica de ejercicio. “Estas terapias generan un envejecimiento en las células, pero el estímulo del ejercicio ayuda a rejuvenecerlas poco a poco. Por eso mejora tantos aspectos la salud de la persona”.
Por ello destaca que el ejercicio es útil en el cáncer “en todo momento”, y “siempre es mejor empezar que no hacerlo”. A su juicio, lo mejor es empezar antes del tratamiento: “Tengo pacientes que llegan nada más ser diagnosticados, y pasan por el proceso oncológico con menos días malos. Normalmente se encuentran peor en los tratamientos quienes no hacen ejercicio. Empezar cuanto antes mejora la calidad de vida de los pacientes”. Además, subraya que en todos los pacientes con cáncer el ejercicio físico está indicado; incluso si se enfrentan a cirugías complicadas, enfermedades avanzadas o radioterapia agresiva.
Por su parte, el documento de la SEOM antes citado también pone en valor el ejercicio como método para interfir en el desarrollo y la progresión del cáncer. Según expresa, la práctica de ejercicio tiene muchos más efectos positivos, a saber: reduce la producción de hormonas anabólicas y sexuales; regula la expresión de los genes relacionados con la apoptosis o muerte celular, favoreciendo la misma a través de la síntesis de miocinas; participa en el adecuado control del ciclo celular; aumenta la perfusión y vascularización tisular; interfiere en los mecanismos de invasión de las células cancerígenas, induciendo la expresión de las proteínas de adhesión, y mejora la función del sistema inmunitario.
Cada paciente necesita una valoración inicial que valore cual es la pauta de ejercicios recomendada. Esto puede variar de acuerdo con su estado de salud general y los tratamientos que está recibiendo. Pone el ejemplo de que hay quimioterapias que, por ejemplo, son cardio tóxicas, o que afectan más al sistema digestivo, por lo que ciertos ejercicios pueden ser perjudiciales.
“Si hay limitaciones funcionales por las cirugías o por el seguimiento de una terapia concreta se trabaja en colaboración con los fisioterapeutas especialistas. Se siguen sus recomendaciones a nivel funcional, se aportan consejos concretos al paciente, y se adaptan tanto los ejercicios como el tratamiento”, aclara la experta.