ANSELMO CIFUENTES
Pese al cúmulo de evidencias que a lo largo de estos años se ha venido conociendo de la causa Tándem, periodísticamente conocida más como causa Villarejo, persiste el cuanto menos, intento desesperado de mantener artificialmente el constructo, que el comisario jubilado no es lo que a la postre las pruebas han demostrado, ni que esta causa se hizo y diseñó, como una suerte de traje a medida contra el díscolo comisario, por denunciar los atropellos que vio, que se hacían en nombre de la seguridad del Estado y de la Corona.
Villarejo se incorporó en 1993 desde la vida privada a la que se marchó en 1983, como agente de inteligencia, figura jurídico-policial que se ha demostrado que existe y que se negó durante toda la causa contra él y que salió a la luz a la hora de explicar la actuación encubierta de policías, infiltrados en organizaciones atentatorias contra la unidad nacional.
Heroicos agentes, que frívolamente se dieron a conocer como seductores de féminas anti sistema tanto en Cataluña como en otros lugares; cuando en realidad son unos policías que sacrifican una vida cómoda en familia, estando durante años apartados de sus seres queridos, corriendo además graves riesgos, si se descubriera su verdadera identidad.
El propio ministro Marlaska ha tenido que reconocer públicamente que esta condición especial, está integrada en la Comisaría General de Información, precisamente a donde a Villarejo se le adscribió cuando recuperó sus estatus de activo como funcionario, durante el mandato socialista, siendo Corcuera ministro del Interior.
Cuando en el juicio preguntaron las razones por las que se reincorporó a Villarejo en 1993 a ese destino tan elitista, el entonces director policial Agustín Linares dijo que volvió al sitio donde estaba cuando pidió la excedencia en 1983; siendo esta una de las muchas mentiras que dijo al Tribunal, por lo que se pidió deducirle testimonio por las falsedades vertidas en sede judicial en su condición de testigo, obligado por ley a decir verdad.
Excedencia en 1983
La cruda realidad es que los destino policiales de Villarejo están perfectamente vistos en su historial profesional y cuando pidió la excedencia en 1983 estaba en la comisaría del distrito de Retiro, a donde le mandó de nuevo en 1995 la que entonces era secretaria de Estado de Interior, Margarita Robles, como consecuencia de que el díscolo agente de inteligencia, no quiso seguir en la operación Véritas, organizada contra el juez Garzón.
Fue desde esa comisaría desde donde Villarejo presentó la denuncia, que consta judicialmente, en la que anunciaba que se marchaba de incumplir las condiciones con las que le habían ofrecido volver, en una unidad de inteligencia civil en el ministerio de Interior, que equilibrara el monopolio de inteligencia militar impuesta por el CESID.
La eterna e ingobernable causa contra Villarejo, que la mayoría de fuentes judiciales consultadas definen como causa general y prospectiva de libro, porque nuestra LECrim no permite buscar lo que pueda encontrar sobre un ciudadano, como están haciendo con Villarejo, escudriñando los últimos TREINTA AÑOS de su vida, incluso rebuscando en asuntos del siglo pasado para así filtrarlos, sabedores de que carecen de relevancia penal.
En todos estos años donde se ha denostado hasta la saciedad, la actividad del comisario Villarejo, se ha negado con total desparpajo, que solo existe en Derecho la figura de agente encubierto, como excepcionalidad de actuación policial, no aplicable a la situación de la que disfrutaba el comisario, lo que ha resultado ser rotundamente falso.
Villarejo era un agente de inteligencia, como otros muchos que actualmente siguen en esta dura y arriesgada tarea y ha quedado acreditado tal figura, por las respuestas oficiales a las que se vio obligado Marlaska ante ciertas acusaciones independentistas.
También ha quedado acreditado en el juicio, por los correos intercambiados entre el comisario y sus colegas del CNI que su actuación de Guinea por la que se le encarceló preventivamente durante casi CUATRO AÑOS, fue en realidad una operación en interés de España y por ende una acción de Estado; reconocida por los propios fiscales en el juicio, evitando así que salieran a la luz el contenido de todo el servidor de los espías.
Caso Nicolay
Llama la atención, que en estos días, donde poco a poco decae el relato de que era ilegal lo que hacía Villarejo, se ha llegado a silenciar, que se tuvo abierta una causa judicial, la Nicolay, durante casi DIEZ años, por las supuestas escuchas que sufrió el CNI en una reunión clandestina que mantuvo con miembros de Asuntos Internos de la Policía.
La única definida prueba, fue hacer coincidir ese encuentro con una llamada que desde su móvil al móvil del comisario Martín Blas hizo un periodista al que se relacionó con el maligno agente de inteligencia. Pero en el juicio, los propios peritos llevados por Fiscalía no tuvieron más remedio que reconocer, que la grabación que propició este juicio, se hizo desde un teléfono fijo. Segunda causa que en vano, el CNI le hizo a Villarejo; ahora se está a la espera de la sentencia de esta tercera causa, que todos saben cómo se montó.
Ningún medio que durante años publicaron acusaciones contra Villarejo, sin respetar la presunción de inocencia que a tanto se apela cuando se acusa a un político, publicó este dato esencial que figura en su sentencia absolutoria; que apenas se difundió, a diferencia si hubiera sido condenado, lo que habría ocupado portadas y abierto telediarios.
Se ha silenciado también, que en la instrucción del caso Nicolay, se vulneraron con la mayor impunidad los derechos de docenas de periodistas a los que se miró sus tfnos. en busca de fuentes, ocultándose que el contenido de la conversación difundida, sí era de extrema gravedad, al hablar espías y policías con insultante frivolidad, que pincharon sin orden judicial el móvil de un jovenzuelo de 18 años, como si fuera un terrorista.
Por eso resulta cuanto menos poco edificante, que periodistas que se tienen por serios y rigurosos, nieguen la evidencia, rebuscando entre la basura, de algunos mandos de la Policía, donde anidan los envidiosos y los despechados por viejas rencillas con este compañero, el maldito comisario Villarejo, al que ahora, se arriesgan a desacreditar, sabedores de que en su situación no puede defenderse y lo lancean sin piedad como si fuera un moro muerto, acudiendo así en vergonzoso auxilio del vencedor.
A modo de ejemplo, han sacado a colación la declaración pública que en su día hizo uno de los valientes mandos policiales, que trató de ridiculizar a Villarejo alegando que en 2002 se presentó ante él como agente encubierto y que no le creyó, porque sabía que no era así, que solo buscaba su enriquecimiento personal al margen de los temas policiales.
Nadie le preguntó a ese aguerrido cargo la razón de esa explicación sobre quién había sido su superior por antigüedad cuando recaló en San Sebastián, donde ya llevaba tiempo Villarejo en los grupos antiterrorista, y donde, por cierto, jamás estuvo dicho mando.
La razón fue que cuando dicho mando ocupó ese cargo, Villarejo estaba adscrito bajo su mando, y si dice que no le creyó, ¿por qué no le destituyó o tomó medidas disciplinarias al oír esa versión y, en lugar de ello, siguió aceptando que nunca acudiera a ninguna sede policial a prestar trabajo, como el resto de los que dependían de esa Comisaría General?
Iglesia de la Cienciología
Este mando se olvidó lo que declaró sobre el mismo Villarejo en el año 2000 en el juicio por la iglesia de la Cienciología, donde se refirió a él como el mejor policía que había conocido y que ojalá hubiera muchos más como él. Y así consta en el acta del juicio, por más que el ahora dolido mando policial, le achaque las desgracias sufridas en su vida.
El mando policial criticador fue destituido en su cargo en 2004 nada más llegar el PSOE al poder, al haber desaparecido la protección de Fraga, que le arribó al cargo, y por las sospechas que existían sobre sus acuerdos con “el portugués”, un confidente de drogas que cuando la DEA no le pagaba con dinero, se utilizaba el método de la Ucifa.
Villarejo que, pese a cambiar de signo político el Gobierno en 2004, siguió en su puesto de agente de inteligencia, e intentó en vano que no destituyeran a ese mando, conocedor de la grave depresión que le provocó y que fue crónica hasta el día de su jubilación.
Depresión que le arrojó a que este mando tuviera dependencias que le mermaron cada vez más sus capacidades, razón por la que de nuevo fue destituido en 2014; lo que, pese a lo que crea el defenestrado, nada tuvo que ver Villarejo, más bien al contrario, intentó que le mantuvieran, sabedor de su debilidad, por lo que su familia llegó a temerse lo peor.
Es comprensible que durante años se busque a un símbolo para que todos puedan contra él arremeter para aliviar sus frustraciones, pero en un Estado de Derecho, como el que en España afortunadamente disfrutamos; no es permisible, que quienes se dicen periodistas confundan opinión con información y, por tanto, no cumplan el deber deontológico de oír la versión de la otra parte, al menos para tener un ponderado equilibrio de la verdad.
O que, al menos, esos perjudicaditos por las actuaciones de Villarejo se arriesguen a una docuserie lacrimógena a modo rociíto, como el fiscal que se atrevió a descubrir todos los entresijos de la causa Tándem, donde participó; sabedor de que quedaría impune de su hazaña, pese a la imagen en la que dejó su institución, en teoría garante de la legalidad.
Y mientras tanto, tirando con pólvora del rey, gastando enormes sumas del erario público, ya van por más de CINCUENTA las piezas abiertas en la causa Tándem, por las que los fiscales acumulan ya penas que exceden de los MIL DOCIENTOS AÑOS.
A buen seguro que Villarejo, a punto de cumplir SETENTA Y DOS AÑOS, aceptaría dicha condena, siempre que le aseguren que durará todo ese tiempo para poder cumplirla.