Hablar de economía siempre es complejo, pero más aún cuando los discursos oficiales parecen ir por un lado y los datos por otro. En los últimos meses, la presidenta Claudia Sheinbaum ha insistido en que la economía mexicana “va muy bien”. Sin embargo, distintos indicadores han levantado dudas razonables sobre esa afirmación. Como ocurre en muchas administraciones, el contraste entre la narrativa política y la realidad estadística se vuelve evidente. Por eso es necesario analizar los datos con calma, mirarlos sin filtros y preguntarnos qué está pasando realmente en la vida económica del país.
Diversos indicadores han mostrado señales de desaceleración. El crecimiento económico ha sido débil y, en algunos trimestres, prácticamente nulo. Esto significa que, aunque la economía no esté en crisis, tampoco está avanzando con fuerza. A esto se suma la caída en sectores clave como la manufactura y la construcción, actividades que funcionan como motores de empleo y de inversión.
El empleo formal también enfrenta retos importantes. Aunque se siguen generando puestos de trabajo, el ritmo es mucho menor que en años anteriores. Además, la informalidad, que priva a millones de prestaciones y seguridad social, continúa siendo una realidad dominante. Cuando un país genera más empleos informales que formales, es inevitable preguntarse si de verdad la economía está “muy bien”.
Otro punto preocupante es la inversión. La salida de capital extranjero en ciertos periodos y la disminución en la creación de nuevas empresas muestran un entorno económico cauteloso. Los inversionistas buscan estabilidad y claridad, y cuando perciben incertidumbre, frenan sus apuestas. Este comportamiento afecta directamente el desarrollo económico a mediano plazo.
El discurso oficial insiste en que la economía mexicana mantiene bases sólidas. Se destacan cifras como el aumento de la inversión extranjera directa en ciertos sectores, el fortalecimiento del peso frente al dólar y los programas sociales que han mejorado el bienestar de millones de personas. Para la presidenta, estos elementos reflejan una economía más resistente y orientada a la justicia social, según La Vanguardia MX.
También es cierto que, en un mundo globalizado, factores externos influyen notablemente. Cambios en Estados Unidos, tensiones comerciales o fluctuaciones internacionales afectan a México. Aun así, desde el gobierno se resalta que el país ha mantenido estabilidad macroeconómica y que se avanza hacia un modelo más equitativo.
Sin embargo, la pregunta persiste: ¿puede afirmarse que la economía “va muy bien” cuando varios indicadores tradicionales muestran fragilidad? Todo depende del enfoque. Si se priorizan los avances sociales, la respuesta puede ser afirmativa. Si miramos únicamente el desempeño económico, la realidad es más matizada.