Los votantes de la izquierda han dejado de creer en la palabrería superficial y en la igualdad en cuanto a justicia social, santo y seña de Podemos, en el momento en el que ha entrado a formar parte de la “casta de empresarios y parásitos políticos” que tan duramente condenaban.
Esos cantos de sirena que hace unos años agitaban a gran parte de la sociedad española ahora han sucumbido al establishment. O quizá todo era palabrería. Lo importante es que el fin justifique los medios, aunque estos impliquen un giro en su discurso: “No nos hemos moderado, nos hemos preparado para gobernar”. El caso es que todo ha derivado en una cascada de incongruencias y contradicciones.
Ahora que Unidas Podemos forman parte del Gobierno no hay excusas que valgan, ¿qué es lo viejo? ¿qué es lo nuevo? Puede que ni ellos mismos lo sepan. Ahora lo importante es jugar a gobernar y cuando las cosas no salgan según lo previsto, pues a ejercer de oposición.
Que la gestión en las residencias durante el COVID-19 fue nefasta, la culpa es del Gobierno porque la Vicepresidencia de Iglesias “no tenía mando único. Las órdenes las redactaba Sanidad”. Que se recorten las pensiones, “es una propuesta que viene del ala socialista”. Que sube el precio de la luz, la culpa también es del Gobierno socialista, de la Unión Europa, del FMI o incluso de la CEE. El caso es recurrir al infantilismo insulso de echarle el muerto al otro. Ellos a lo importante que es decir “No a la OTAN. No a las bases” y sí, ¿a qué?
También está muy bien fomentar el antieuropeísmo; implementar un lenguaje inclusivo; abanderar el ecologismo, pero viajar con amigas en Falcon es mucho más cool; construir un nuevo concepto de un feminismo rancio que fomenta el odio al hombre; volver a los ciudadanos veganos; eliminar parte de la historia de los libros de texto para sustituirlos por educación sexual “en todas las etapas educativas”; o medir el impacto de las políticas ministeriales a través de Tik Tok.
En Podemos la ideología brilla por su ausencia. Qué más da defender los ideales hasta el final, si hacer política supone “navegar sobre las contradicciones”. Ya lo decía Pablo Iglesias: “la política no consiste en tener razón, sino en tener éxito”. Pues eso, que cualquier cosa vale para aferrarse al poder y a un sueldo público, pero lo irrisorio es que pretenden que sus votantes todavía les sigan tomando en serio.
Si un día condenan la Constitución de 1978, al siguiente la utilizan en sus discursos electorales y prometen lealtad a la misma. Si un día rechazan la Monarquía, pues al otro prometen lealtad al Rey o le aplauden desde la bancada si hace falta. Y así todo.
A fin de cuentas, si las cosas salen mal y caen sumidos ante la ‘élite’, todo se arregla con un paseo en taxi para arañar un puñado de votos; y si de paso sirve para limpiar la imagen resquebrajada del partido, todo sea bienvenido. El postureo es lo que vende y en eso Podemos no tiene rival.
Pero una cosa es hacer marketing del populismo con soltura y otra abusar de ello constantemente y jugar con la inteligencia de las personas, porque después termina pasando factura políticamente. Y ya se sabe que en política lo fácil es llegar, pero lo realmente difícil es mantenerse.