Asomarse al foro de la política española es como sacar entrada para el foro de los leones, donde las fieras administraban los tiempos de su poder y de su fuerza para despedazar a los que iban muriendo a dentelladas sin que les llegara a tiempo la justicia.
Como ciudadanos y creyentes no nos podemos resignar a ser espectadores de la infamia. Porque infamia es que se les dé a los ladrones las llaves de las cajas fuertes; a los asesinos la libertad para que tomen de nuevo las pistolas y encuentren, otra vez, las nucas fácilmente; pluma y tinta a los insensatos para que escriban ellos las leyes que les distinguen como favoritos; y tapones en la boca y grilletes en las muñecas a quienes osen deliberar siquiera con los poderosos y sus familias que, tras aparentemente cometer delitos, se presentan en las asambleas como si fueran indefensos.
Cuando la ambición se reviste de bondad enmascarada, todo a su paso queda convertido en un desierto.
A pesar de todo insisto en mi inocencia y acudo a San Juan de la Cruz: “Un nuevo padecer trae un nuevo modo de entender”.