Sin brújula, sin sextante y sin mapa

12 de agosto de 2025
3 minutos de lectura
Brújula y mapa

Todo país civilizado debe tener un buen gobierno y una buena oposición. Lo catastrófico es que ambos sean pésimos

¿A quién quisiéramos darle más poder? ¿Más poder al gobierno? ¿Más poder al Congreso? ¿Más poder a los tribunales? ¿Más poder a los policías? ¿Más poder a los partidos? Creo que ellos mismos no sabrían para qué les sirve más poder si el que ya tienen no les ha servido.

Diez años antes de que se realizara la reforma política mexicana, yo la escuché de Jesús Reyes Heroles, siendo yo su alumno. Éste no era un asunto de clase, pero él gustaba de invitarme a platicar sobre muchos temas que me han sido inolvidables. En una de esas charlas de un eminente maestro con un insignificante alumno, me dijo que, como Giuseppe de Lampedusa: “Hay que cambiar todo para que todo siga igual”.

Las oposiciones ya no querían jugar y había que animarlas. No tenían dineros y había que regalárselos. No tenían curules y había que surtírselas. No tenían ideas y había que inventárselas. Así, en su primera nueva legislatura, en 1979, tuvieron el 25% de la Cámara de Diputados. Para 1988 ya tuvieron el 40 por ciento. Y en el 2000, la oposición tuvo casi el 60 por ciento. Durante varios años yo fui de esos congresistas opositores.

Mi maestro tenía razón. Con eso se cambió todo para preservar todo. Durante 30 años adicionales, eso le conservó su poder a un PRI que ya empezaba a boquear. Y eso le ha dado 50 años y contando de estabilidad política a un sistema que ya acusaba insurrección estudiantil, guerrilla serrana y descontento popular.

Esos genios iluminados sabían lo que querían lograr y sabían lograrlo. Pero ahora no sé si los mexicanos sabemos lo que queremos lograr. ¿A quién quisiéramos darle más poder? ¿Más poder al gobierno? ¿Más poder al Congreso? ¿Más poder a los tribunales? ¿Más poder a los policías? ¿Más poder a los partidos? Creo que ellos mismos no sabrían para qué les sirve más poder si el que ya tienen no les ha servido.

Todo país civilizado debe tener un buen gobierno y una buena oposición. Lo catastrófico es que ambos sean pésimos. Lo intermedio es que sólo sirva uno de ellos. Si el gobierno es muy eficiente, no es tan grave la impotencia de la oposición. Pero si el impotente es el gobierno, la única salvación reside en la oposición.

Con un buen gobierno se puede lograr todo lo demás. Cuando la política va bien puede mejorar hasta aquello que ha ido mal. Pero, cuando la política es la que va mal, hasta lo bueno puede deteriorarse o perderse. El buen gobierno es el principio de la grandeza nacional.

La oposición debe ser de lo mejor que puede tener un gobierno. Ella lo impulsa ante sus negligencias, lo contiene ante sus excesos y lo guía ante sus extravíos. Sin embargo, los partidos han perdido casi todo, excepto su dinero. Sobre todo, han perdido su autoridad moral, que es el cetro de su reinado opositor. Sin ella y sin poder, no son nada. Las únicas trincheras de oposición serían la prensa y las universidades.

El triángulo perfecto de una gran nación lo integran un buen gobierno, una buena oposición y un buen pueblo. El triángulo donde todos cumplen y nadie actúa contra los otros, nadie lesiona la ley y todos se complementan sin competirse, sin envidiarse y sin denostarse.

Ese pueblo, por lo menos debe ser consciente y sensato de lo que quiere. Sin embargo, hoy, algunos mexicanos de la izquierda admiran a Nicolás Maduro y del bando de la derecha admiran a Donald Trump. Del bando del crimen los inspira Vito Corleone y, del bando de la seguridad, los admira Nayib Bukele.

Pascal Beltrán del Río nos previene de la reforma que viene. La batalla constitucional siempre es un enfrentamiento entre la verdad contra la mentira. Entre la sinceridad contra el fraude. Entre los que quieren dar y los que quieren quitar. Casi siempre es positiva cuando le da al gobernado, en la norma dogmática. Casi siempre es negativa cuando le da al gobernante, en la norma orgánica.

Me queda en claro que ésta no será una reforma del poder. Quien manda, manda y seguirá mandando, con o sin reformas. Pero ellos y nosotros estamos sin brújula, sin sextante y sin mapa. Si usted no sabe las respuestas, consuélese porque somos muchos los que no las sabemos. Pero tampoco se preocupe, ya que la mejor solución cuando no sabemos la respuesta… es tan sólo cambiar la pregunta.

Por su interés, reproducimos este artículo de José Elías Romero Apis publicado en ExcelsiorSin brújula, sin sextante y sin mapa

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