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Sánchez, Trump y el Van Gall del ‘siempre negativvaa, nuuunca positiva’

Donald Trump, Pedro Sánchez y Louis Van Gaal. /F.I. | Fuente: Wikimedia Commons

El líder del sanchismo y el peligroso pelo panocha atacan a la prensa, a la que reprochan preguntas incómodas, los dos se gustan mucho así mismos y a ambos les obsesiona el poder y mantenerse en él a toda costa

Nunca pensé que alguna vez iba a encontrar un parecido tan asombroso en los medios y formas -que no en el fondo- entre el socialista Pedro Sánchez, líder del ‘sanchismo’, y el expresidente norteamericano Donald Trump, divinidad del conservadurismo más rancio y ultra que hayamos conocido en los últimos tiempos.

Pero sí, cada día que pasa el presidente español mejora ese perfil que, lejos de la autocrítica, la ‘enmendalla’ y el “lo-siento-mucho me he equivocado-no volverá a pasar más”, se defiende dando mamporrazos contra los medios de comunicación, sus empresas y sus profesionales, que lo atacan ‘sin piedad’. Y cuando no ataca se viste de víctima, pone caritas y hace muecas de pena con los hoyuelos que marcan esa cara bonita de niño bueno que no ha roto un plato.

Y es verdad, un plato no ha roto, se ha cargado la vajilla entera que le regalaron los compañeros socialistas. Del ajuar no queda ni el recuerdo y el va y dice que han sido los demás, todos los que no piensan como él y le hacen preguntas incómodas llenas de periodismo de ‘malmeter’.

Total, ¿qué nos interesa a nosotros si él ha hecho justo lo contrario de lo que dijo en las elecciones y se apoyó en los independentistas catalanes y vascos y en la ultraizquierda del Podemos en sus mejores tiempos para llegar al Gobierno? ¿Qué le importa a nadie si dijo que nada de indultos y al final indultos a tutiplén a los golpistas catalanes? ¿Y qué nos importa si han apoyado a los abertzales herederos o protagonistas del terrorismo etarra para que gobiernen en las instituciones vascas?

Y cuando los malvados periodistas se lo recuerdan el responde que “eso que usted dice es su opinión”, y niega por Espinete que haya mentido: “Solo he cambiado de parecer”. Cara tiene el señor Sánchez ahora que va de entrevistas arriba y abajo por casi todos los medios y programas, aunque  algunos, de entrada, no. Y a otros, si lo sabe, no habría ido, como al Hormiguero de Pablo Motos, al de Onda Cero de Carlos Alsina o el programa de Ana Rosa, del que se cree que salió mascullando no sé qué de su familia y con la misma mala leche que un gato al que le echan encima un cubo de agua.

¿No recuerdan queridos lectores cuando el odioso Trump vetaba a medios y periodistas a las ruedas de prensa en la Casa Blanca o cuando recriminaba la pregunta ‘insolente’ de algún profesional? Trump también les cogió manía a los periodistas, a todos menos a los amigos de la Fox (su emisora amiga) y a su twitter, que ahí sí que podía expresarse en libertad.

Sánchez ha bebido en las fuentes de aquel coletas apellidado Iglesias que no entendía cómo podían existir medios de comunicación privados, es decir que no pudiese controlarlos él… El discurso se lo ha comprado también Yolanda Díaz. Todos deben entender que ‘la verdad, la única verdad soy yo’ y que quien ose cuestionarla es enemigo de la libertad y la democracia, como ellos la conciben, por supuesto.

Pero además Pedro Sánchez y Trump se parecen en que se gustan y se pavonean. El terrible chico del flequillo panocha, y el guapo dirigente socialista que siempre pone su perfil más seductor, se mueven como en una pasarela y solo les falta darse la vuelta y colocar los brazos en jarra cuando llegan al final del pasillo en la Casa Blanca y en la Moncloa.

Los dos se gustan y a los dos les gusta el poder más que a un tonto una vara verde, tanto que para conservarlo uno se alía con lo mejor de la ultraizquierda y los enemigos de España, y el otro es capaz de una intentona de golpe de estado civil en los Estados Unidos porque perdió las elecciones. Incluso los dos sonríen ladeando la cabeza y con muecas, que se me antoja con frecuencia sarcasmo puro.

En la España de finales del pasado siglo, al frente del Barça se encontraba Louis van Gall, un entrenador y un personaje singular que pasó a la historia del fútbol español cuando en una rueda de prensa, harto ya de que un periodista le tocara los ‘cojoncillos’ después de cada partido, tras hacerle una pregunta sobre el encuentro, le espetó indignado:

—“Tu eres muy malo. Eres muy malo. Interpretación siempre negativvaa, nuuunca positiva”, que el míster hizo con un enfado de órdago en un lenguaje hispano-holandés muy particular, pero que todo el mundo entendió.

Puede que Sánchez y Trump crean que somos ‘muy malos’, más malos que Michael McKean, el hermano de Saúl en la serie ‘Better Call Saul’, spin-off de ‘Breaking Bad’, que dan ganas de darle descargas eléctricas desde la segunda temporada. Puede que lo piensen porque hay periodistas que hacemos interpretaciones que no coinciden con sus deseos y mentiras, vamos que ‘siempre negativvoos’.

Lo que sucede es que a Van Gall, al final, le tomamos cariño y él nunca mintió a nadie. Además, no soy del Barça y jamás seré norteamericano, pero sí voté a Sánchez y me siento estafado.

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