JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ FORNET
Amnistía, autodeterminación, secesión: la ruptura de la nación
España tiene un problema no resuelto con las propuestas políticas supremacistas, nazis, de catalanes y vascos. Se remontan a siglos atrás para exigir que todos los demás españoles estemos sometidos a su yugo político y económico; los vascos tienen un concierto económico privilegiado sobre el resto de españoles, son una autonomía de primera y sus ciudadanos, también. Cataluña es de segunda y aspira a formar parte de ese club superior.
Todos los discursos de vascos y catalanes de diferenciarse, encajar en España, modificar el Estado parten del principio de que ellos son distintos, superiores, y aprovechando los beneficios de la dictadura franquista (en el caso de Cataluña desde mucho antes) se han convertido en regiones ricas y prósperas y quieren su riqueza para ellos, no compartida con los “judíos” españoles, esos desarrapados que los hicieron ricos con su fuerza bruta trabajando como inmigrantes, en especial en Cataluña.
Ayudaron a desestabilizar la sociedad en la Primera República, en la Segunda y antes, en la disputa de dos reyes por una Corona que ellos interpretan en clave de guerra por su independencia. Guerra que, atendiendo a su interpretación, perdieron.
La Transición y la Constitución no contentaron sus demandas. Hoy piden más y están más fuertes que nunca no por la fuerza de los votos, que apenas suman todos el 6%, sino por la debilidad de los políticos españoles que no han entendido lo que es la patria, la nación y el Estado ni saben defenderlos.
Galicia, por el hecho diferencial de tener una lengua propia está en el segundo escalón y aspira también a ser diferente, o sea, superior, como Cataluña y País Vasco. Navarra, con su concierto y la puerta que les abrió la Constitución aspira a fusionarse en un Estado libre asociado con el País Vasco.
Andalucía está en el tercer escalón y después, las demás. Un sudoku territorial abierto por la Constitución que, o se cierra, o nos conduce por el sumidero de la historia y la confrontación.
La situación de miseria y pobreza de millones de españoles está relacionada con varios factores y entre ellos, con esta costosa maquinaria a mayor gloria de la casta política española.
Durante la dictadura franquista no había aparición del dictador ni de los símbolos del régimen más aplaudidos, con más manos extendidas al aire en ninguna región que en Cataluña.
También existía ese apoyo en el País Vasco, hasta que los asesinos comenzaron a matar y el pueblo, cobarde y asustado, lo permitió. Hoy siguen recibiendo como héroes a asesinos de policías, militares, periodistas, mujeres y niños.
Es una sociedad enferma. Los asesinos se rindieron y ahora, los que los apoyaban, estaban con ellos y quienes recogían sus frutos quieren más. Quieren lo que siempre quisieron: ser superiores al resto, más privilegios, más riqueza, más independencia para hacer lo que quieran despreciando a los españoles, sus símbolos y su lengua.
Nos odian. En Cataluña estamos en el mismo proceso.
Actúan ilegalmente, declaran una independencia, se fugan o son detenidos y condenados; como el “proces” estaba acabado, Sánchez acaba con el delito de sedición para cerrar heridas, rebaja la malversación, indulta a los golpistas… y ellos dicen ahora que quieren más, que no descartan volver a la ilegalidad del referéndum despreciando las leyes y los derechos políticos de todos los españoles.
Tras las elecciones del 23J exigen amnistía para más de 4.000 investigados por distintos delitos y derecho de autodeterminación, derecho a modificar la nación ellos solos despreciando la voluntad y derechos civiles y políticos de más de 40 millones de españoles.
¿Cómo se atreven este atajo de analfabetos españoles a pretender participar en el futuro de su patria? Que sean partidos presuntamente de izquierda quienes estén alentando y trabajando en esa tramoya para deshacer una nación es una cuestión de psiquiatría o de pesebre, no de política.
Al Gobierno de Sánchez no le parece mal, Felipe González, Alfonso Guerra y otros destacados políticos del pasado dicen que amnistía y derecho a decidir no caben en la Constitución, y Feijóo dice que hay que buscar encaje a Cataluña en España mediante un pacto de Estado.
Si siguen cediendo, que es lo que llevan haciendo 45 años, los independentistas supremacistas serán más fuertes y el Estado y la nación, más débiles.
Los españoles están siendo robados, insultados ante la indiferencia de la peor casta política que hemos tenido en décadas. Es tiempo de poner pie en pared.
Pacto de Estado sí, pero para recortar competencias autonómicas, imponer sentido común, defender con firmeza y autoridad el Estado y los símbolos de España al menos durante los próximos 25 años, y después, decidir si se amplía por otros 25. Enseñanza en español (con 50% para lenguas territoriales solo en sus territorios), banderas en todas las instituciones y ayuntamientos (Cataluña, País Vasco, Navarra…) uso de la lengua común, el español, en el parlamento y defender la nación que es más que el Estado y la Constitución.
Las pretensiones independentistas, las exigencias contra la ley porque su voluntad no puede estar limitada por normas legales españolas, y la respuesta de PSOE y PP como pidiendo perdón por dirigir a España y representar a los españoles producen asco.
Lo que exigen unos y otros pone en riesgo la unidad nacional. Vascos y catalanes no son superiores ni tienen más derechos que el resto de españoles y los que tienen hoy por decisiones políticas erróneas del pasado hay que revertirlos.
Los que se creen superiores, nazis sobre judíos, deben ser combatidos política y legalmente y si no fuera suficiente, con la imposición de la fuerza legítima en democracia, aunque sea tan deficiente como la actual.
Siempre es preferible a la dictadura de los independentistas en sus territorios. Y que salga el sol por Antequera. 50 años de igualdad y progreso, de impedir que se adoctrine a niños con la idea de que son naciones ocupadas y seres superiores.
Hay que tener la misma determinación que tienen en Francia hoy, reaccionando con el agua al cuello, contra los símbolos religiosos musulmanes.
El cáncer de España, los independentistas, sus pretensiones y su desprecio a los españoles, su lengua y sus símbolos exigen una posición de firmeza similar.
Produce vergüenza ver a los políticos españoles sometidos y doblegados ante los enemigos del Estado como dóciles y mansos animales domésticos, que se transforman en fieras, alimañas contra rivales políticos que defienden el Estado oponiéndose a la basura moral esparcida por los independentistas.
Ni la socialdemocracia ni el eurocomunismo existen hoy en España, ni sirve esta derecha que tan pronto dice arre que so; tan pronto dice que se entrevistarán con Puigdemont como el día siguiente lo contrario, hoy defiendo la igualdad de todos los españoles, mañana busco el encaje de Cataluña en España que no tiene otra lectura más que aceptar sus privilegios.
Ni España ni los españoles merecemos a políticos con esta catadura moral.
José Manuel Sánchez Fornet, ex secretario general del principal sindicato de la Policía (SUP)