Hoy la actualidad deja tres noticias diferentes, pero creo que las tres tienen algo o mucho que ver con el fracaso y la derrota. Me provocan dolor, rechazo, indignación, tristeza o rabia. Alguna de ellas todo a la vez. Me refiero al resultado de la autopsia de Maradona, que revela que el astro mundial del fútbol pasó doce horas de agonía hasta morir. Me refiero al fallo judicial que dice ahora que el jugador del Barça Dani Alves es inocente porque las pruebas eran poco concluyentes, pero eso se ve ahora después de que se pasara año y medio en la cárcel, y me refiero, sobre todo, al vídeo en el que cuatro adolescentes golpean, vejan y amenazan a un muchacho con parálisis cerebral en su silla de ruedas.
Me ha sobrecogido ver las imágenes donde estos pedazos de carne, en realidad montones de mierda malparidos, se ceban con Antonio. Se ha sabido ahora por el vídeo que los grabó, pero no era la primera vez que maltrataban a Antonio, incapaz de defenderse, postrado en su silla de ruedas aquejado de movimientos convulsos de cabeza y brazos. El muchacho no quiso decir nada para que no lo sacaran del colegio. No quería perderse ese hilo de normalidad con la vida, con la sociedad, y soportaba las vejaciones de estos delincuentes miserables ‘castigados’ con cuatro días de expulsión de clase.
Encima la respuesta que damos a estos comportamientos son magnánimos, que es una forma de amparar la crueldad y adoctrinar la impunidad. No sé si sus padres son culpables, si lo es el entorno, sus educadores o si lo es un modelo de sociedad tan permisivo y abierto en el que los jóvenes son de derechos pero de pocos deberes y obligaciones. Aquí hay fracaso y derrota y una pregunta: ¿qué falla, en que fallamos, para que cuatro jóvenes sean capaces de actuar con esta crueldad y sean tan insensibles y ruines?
En el caso de Maradona, apodado ‘Dios’ para dar idea de su grandeza, idolatrado y admirado hasta el fanatismo en todo el mundo, me queda la sensación de tristeza de que alguien que lo fue todo y lo tuvo todo haya muerto de esta forma, en una larga y prolongada agonía sin la ayuda que necesitaba y casi en soledad. El poder y la grandeza corrompen y destruyen. A él le ocurrió y de lo más alto cayó a los infiernos de la droga y el abandono, a los suburbios de la confusión hasta perderse por completo y perder hasta la dignidad. Y eso que le querían por miles y todavía hoy lo lloran y adoran por miles. Él se quiso menos de lo que los demás lo quisieron a él, aunque en su muerte no hubo demasiado amor.
Y por último está el asunto de Dani Alves, un top del fútbol mundial que es el segundo jugador con más títulos del mundo, solo por detrás de Messi. En la cima de su carrera, una noche de juerga, los lavabos de una discoteca y una denuncia por violación. Ahí empezó su calvario. Condenado, ingresó en prisión, en la que estuvo catorce meses hasta que fue puesto en libertad provisional. Ahora, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dice no hay pruebas concluyentes que demuestran su culpabilidad y lo declara inocente, aunque la sentencia se puede recurrir y sería ésta la última palabra.
No sé qué pasó. No sé si realmente Dani Alves violó a esa joven en la discoteca, pero si nos atenemos a lo que dice un tribunal de cuatro magistrados, tres de ellos mujeres de adscripción progresista, el ya exfutbolista estuvo injustamente en prisión y ha sido condenado social y profesionalmente por algo que, al parecer, no se puede demostrar y siendo así entra en valor el principio de la presunción de inocencia.
Alves perdió su matrimonio, contratos millonarios de marcas publicitarias, fue abucheado y repudiado socialmente, no pudo seguir jugando al fútbol y dejó de tener ingresos pero, sobre todo, se pasó catorce meses en la cárcel. ¿Cómo se recomponen ahora las piezas en la vida de este ciudadano? ¿Cómo se resarce el daño causado?
Yo no tengo las respuestas a todo eso. Y tampoco a otras preguntas que tienen que ver con la lentitud de la justicia para decidir con tanto retraso cuando está en juego la vida de personas, ni tampoco cómo evitar la ‘pena de papel’, la condena social que en muchos casos es más dura que la judicial mientras se decide si alguien es culpable o inocente y se ve expuesto, él y su familia, al acoso cuando no al ‘exterminio’ de la calle.
Los tres son casos distintos, sí, pero detrás de ellos está el fracaso y la derrota del sistema, del modelo de sociedad que contamina y pervierte la condición humana y sacrifica valores y principios por modas y tendencias. En este entorno sobreviven los más fuertes, los mejor equipados por la familia y su formación que los prepara mentalmente, pero caen los débiles, que son la mayoría, y cuando lo hacen vemos monstruos golpeando a un muchacho con parálisis cerebral en una silla de ruedas. Hoy sus compañeros, padres y profesores lo recibían con aplausos y muestras de cariño al grito de “Todos somos Antonio”. Quizás no esté todo perdido y haya hueco para la esperanza.
Avisos
Extraordinario en su justeza y presentación el mosaico que José Juan nos ofrece en FI… La vida está llena de delirios, atropellos y limitaciones; menos mal que permanecen los atrevimientos de la denuncia para que no claudique la esperanza.
Un abrazo
Magnífico artículo que genera a la vez repulsa de esta sociedad enferma de valores, tras de la cual, como dice su autor, está el fracaso y la derrota del sistema y también genera esperanza, aunque dios (Maradona) haya muerto. Hay que refundar la esperanza.