Llenas de oro tienen hoy los aprovechados sus alforjas, porque los molinos se están mudando del país por falta de viento y exceso de impuestos: sin trabajo y sin grano, apenas si acuden al cuerpo los acalorados deseos de esparcimiento
En la Córdoba musulmana, sobre la ladera que sube hacia Granada, se alzaban tres molinos con sus aspas de moler la vida, que diría Jaime Siles, pero que además ofrecían el mejor servicio a las panaderías de la comarca. El primero, separaba la calidad del producto; el segundo, trituraba la mercancía; y el tercero, envasaba en arpillera consistente la limpia blancura de la harina.
Sucedió, sin embargo, que los años de buenas cosechas se arracimaban los jornaleros con sus carros llenos hasta que les tocaba el turno de la molienda. Largas colas que no estaban exentas de trifulcas y algarabías, alborotos y pendencias: se entristecía cada tarde la colina con los desacuerdos de la espera…
Poco duraron las bataholas ya que a un judío avezado se le ocurrió montar una casa de entretenimiento que, junto a los molinos, dulcificase con caricias falsas la demora. Cada vez que se iniciaban los besos reclamados, cesaban los ruidos… y, con el tiempo, dejó de importar la justeza del turno que les correspondía.
Más tarde llegó Don Quijote y confundió a los molinos con gigantes, destrozó las alas donde se molían los provechos y sólo quedó entre nosotros la locura de la complacencia y el alejamiento de los esfuerzos.
Llenas de oro tienen hoy los aprovechados sus alforjas, porque los molinos se están mudando del país por falta de viento y exceso de impuestos: sin trabajo y sin grano, apenas si acuden al cuerpo los acalorados deseos de esparcimiento.
…Con niño de nueve años y sus padres atravesamos, casi anocheciendo, una carretera nueva. El chiquillo descubrió de pronto una pierna larga, con tacón alto, entre un parpadeo de luces llamativas. Y preguntó: ¿Qué venden ahí, papi? Unos instantes de titubeo hasta que el padre de familia supo responder:
-Cuando seas mayor y leas a Juan Ramón Jiménez comprenderás, hijo, con cuánta luz se defienden las estrellas caídas. Pues bien, esta pierna que ves puede que sea la de una estrella de esas que se está quitando las medias.