Se mueren los hombres y las cosas y con ellos el extravío de pensar, como si hubiese sido verdad aquello que proclamamos tras una noche de insomnio. Me apetece escribir de las irrealidades porque son sombras que la luz persigue para desnudar sus entrañas y violar la oscuridad del mar que cada uno lleva dentro.
El agua, tan apetecida, ha traído la muerte colmando precipicios, metiéndose en las ventanas de las casas para destruir las fotografías de bodas, de hijos con el traje blanco de primera comunión; para dejar sin ondas a los microondas y sin frío a las carnes congeladas.
La vida es una obra de teatro que no permite ensayos, decía Chaplin. Sin avisar, sin permitir que más de doscientas personas no terminaran su papel en este mundo, el agua extraviada, loca, insensata y asesina ha obligado a los que todo lo perdieron a sentir, irremediablemente, un dolor continuo, un sufrimiento que achica los años de la vida.
Si el agua viene otra vez de la misma manera, preferimos la sed.
pedrouve