La primavera florece siempre aunque no se la tenga en cuenta, como avanzan los ríos empujados por el agua de la lluvia. La vida es un proceso que no tiene marcha atrás y acaso sea bueno el que no podamos volver a lo que fuimos.
Los que creen en la reencarnación están considerando una multitud de errores que precisan ser corregidos con vidas sucesivas. Pero es inútil: seguiríamos tropezando en las mismas piedras, sangrarían las mismas heridas y otra vez, arrepentidos, pediríamos más tiempo para remediar lo mal hecho…
Casi una docena de años ha transcurrido cuando asistí a una persona moribunda; su lividez no era sólo el anticipo de la muerte que, al fin y al cabo, morirse es únicamente cambiar de postura. La vaciada tristeza de su rostro no era causa de su despedida, sino más bien de una disconformidad por haber sentido su vida derramada. Fue un hilo su voz: “No he hecho lo suficiente”.
Antes del sueño definitivo me dio tiempo a contestarle que el sólo reconocimiento ya es purificación de lo equivocado. Se me quedó mirando y se murió satisfecho.
Pedro Villarejo