Con la reciente muerte del papa Francisco a los 88 años, el mundo vuelve su mirada hacia la Capilla Sixtina, donde los cardenales se reúnen en cónclave para elegir a su sucesor. En este contexto, uno de los rituales más simbólicos y esperados es el de la fumata, esa columna de humo que revela al mundo si hay o no nuevo pontífice, según detalla Clarín.
Durante siglos, este humo ha sido el lenguaje silencioso con el que el Vaticano comunica el resultado de cada votación. Cuando las papeletas son quemadas y el humo que sale es negro, conocido como fumata nera, significa que no se ha alcanzado el consenso necesario de dos tercios para elegir Papa. Si, en cambio, el humo es blanco, la tan esperada fumata bianca, se anuncia al mundo que ya hay nuevo líder de la Iglesia Católica.
Aunque hoy en día este método parece claro y efectivo, no siempre fue así. Durante décadas, las fumatas eran grises o confusas, como ocurrió en los cónclaves que eligieron a Juan Pablo I, Juan Pablo II o Benedicto XVI. En aquel entonces, la quema de papeletas con paja húmeda o seca no lograba generar un color lo suficientemente definido.
Conscientes del desconcierto que generaba esto en los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Vaticano decidió perfeccionar el sistema en 2013. Desde entonces, se utilizan dos estufas: una para quemar las papeletas y otra que contiene cartuchos químicos específicos para producir un humo blanco o negro perfectamente distinguible.
La elección del nuevo Papa no sólo es seguida con expectativa por millones de creyentes, sino que también revive tradiciones cargadas de historia. En cuanto el humo blanco se eleva al cielo romano, las campanas de la Basílica de San Pedro suenan con fuerza y un cardenal anuncia la frase esperada: “¡Habemus Papam!”.
Mientras tanto, miles de personas ya se concentran frente al Vaticano, atentos al próximo mensaje del humo, en una espera que une fe, historia y misterio.