En la Tierra de Israel, posteriormente llamada Palestina, existían tres grupos judíos de gran influencia: los fariseos, los saduceos y los escribas. También estaba el grupo de los esenios, conformado por judíos disidentes que optaron por una vida de aislamiento y ascetismo.
Los fariseos surgieron durante la rebelión de los Macabeos, entre los años 166 y 159 a.C. Su nombre significaba «separados» y defendían una interpretación estricta de la Ley de Moisés. Creían en la inmortalidad del alma, la resurrección y el juicio final. Su influencia se reflejaba en la interpretación de los mandamientos, como las restricciones del Sabath, estableciendo reglas sobre lo que estaba permitido hacer en ese día sagrado.
Los saduceos tomaban su nombre de Zadok, el sumo sacerdote en tiempos de David y Salomón. Su doctrina se basaba exclusivamente en los cinco libros de Moisés y rechazaban las normas fariseas. Eran sacerdotes del templo y ejercían gran influencia política, aunque eran un grupo pequeño. No creían en la resurrección, la inmortalidad del alma, ni en la existencia de ángeles o demonios, pero defendían el libre albedrío.
Los escribas eran expertos en la escritura y el estudio de la ley. Actuaban como abogados, notarios y jueces en tribunales, aunque no creaban leyes. Muchos de ellos eran fariseos, lo que los vinculaba a la interpretación rigurosa de la ley. Jesús los criticaba, no por su labor, sino por su afiliación con los fariseos o su defensa de sus principios. Entre los escribas más célebres estaba Baruch ben Neriah, quien escribió las profecías de Jeremías.
Los esenios surgieron alrededor del año 150 a.C. bajo la dirección del llamado «Maestro de la Justicia», un sacerdote que consideraba corrupto el sacerdocio en Jerusalén. Optaron por vivir en comunidades apartadas, con un estilo de vida austero, compartiendo sus bienes y practicando el celibato. Se regían estrictamente por la Ley de Moisés y creían en la inmortalidad del alma, pero no en la resurrección.
Para ser esenio, una persona debía pasar por un periodo de prueba de tres años. Eran extremadamente rigurosos con la pureza ritual y el cumplimiento de las normas bíblicas. No hay evidencia de que Jesús o Juan el Bautista hayan pertenecido a este grupo o tuvieran relación con ellos.
El Nuevo Testamento no menciona a los esenios. Su existencia se conoce principalmente a través de las obras del historiador Flavio Josefo, el filósofo Filón de Alejandría y el escritor romano Plinio el Viejo. Los esenios desaparecieron alrededor del año 70 d.C., cuando los romanos destruyeron Jerusalén.