El Bioparc Valencia despide con emoción a una de sus figuras más queridas. Luana, la leona más veterana de la manada, ha fallecido a los 20 años a causa del deterioro progresivo de su salud provocado por una enfermedad pancreática. Su pérdida deja un vacío profundo, no solo entre los visitantes que la observaron durante años, sino especialmente entre el equipo humano que la cuidó día a día y que destaca su carácter tranquilo, cercano y sorprendentemente juguetón hasta el final.
Luana llegó a Bioparc Valencia en 2010 procedente del Zoo de Lisboa, como parte de un proyecto internacional de conservación. Desde el primer momento, desarrolló una relación muy especial con el equipo de cuidado animal. A pesar de su imponente presencia, mostraba un temperamento paciente y confiado, lo que facilitó enormemente su atención veterinaria a lo largo de los años.
Su personalidad combinaba serenidad y un punto revoltoso que le valió el cariño de quienes trabajaban con ella. Incluso en su etapa más avanzada, seguía respondiendo con curiosidad a los estímulos del entorno. Ese carácter colaborador permitió aplicar entrenamientos veterinarios no invasivos, esenciales para garantizar su bienestar. Gracias a estas técnicas, los profesionales podían realizar controles médicos, extracciones de sangre o administrar medicación sin causarle estrés innecesario, según Europa Press.
Con el paso del tiempo, Luana se convirtió en una referencia interna. No solo por su edad, poco habitual en leonas bajo cuidado humano, sino por su actitud. Su comportamiento ayudó también a reforzar los protocolos de atención a animales geriátricos, un aspecto clave en el compromiso ético del parque.
Luana pertenecía a la subespecie del león de Angola, incluida en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo que subraya la importancia de su presencia dentro de los programas de conservación. La manada de Bioparc forma parte de una red internacional que trabaja para evitar la extinción de esta especie, un esfuerzo silencioso pero constante.
En los últimos meses, su enfermedad pancreática avanzó con rapidez. El trastorno impedía que su organismo produjera las enzimas necesarias para digerir correctamente los alimentos, lo que provocó una desnutrición progresiva. A pesar de los cuidados intensivos y del seguimiento continuo, su estado general fue deteriorándose.
La decisión final, tomada con enorme tristeza y profesionalidad, priorizó su bienestar. El equipo aplicó una última sedación para evitarle sufrimiento, acompañándola hasta el final. Fue un acto de respeto y responsabilidad, coherente con la filosofía del parque.
Luana deja algo más que un recuerdo. Representa una forma de entender la relación entre las personas y los animales basada en el cuidado, la ciencia y la empatía. Su mirada tranquila y su espíritu juguetón permanecerán en la memoria de quienes la conocieron. Porque algunas presencias, incluso cuando se van, siguen enseñando.