Las intensas lluvias registradas en marzo anticipaban una primavera cargada de polen, lo que se traduce en una elevada incidencia de alergias. Y así ha sido. Desde inicios de mayo, se han producido varios picos de concentración muy alta, que podrían repetirse hasta mediados de junio o incluso extenderse hasta el verano, dependiendo del clima, según El País.
Juan José Zapata, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic), califica la temporada como “histórica”. La abundante vegetación que brotó tras un invierno suave y lluvioso ha florecido intensamente esta primavera, llenando las consultas médicas de pacientes con rinitis alérgicas.
“Este año hay personas muy afectadas. Los picos de polen han llevado a pacientes a extremos, no solo a los que ya sabíamos que eran alérgicos, sino también muchos nuevos que estaban hasta ahora estables y a quienes esta primavera por primera vez les ha afectado muchísimo”, explica Zapata.
Aunque en todo el país la situación es complicada, la intensidad varía por regiones. En Andalucía y Extremadura, el polen del olivo es el principal responsable; en la meseta y el Levante, destacan las gramíneas. En el Cantábrico, aunque la situación es algo más leve, también se experimentan niveles elevados de polinización.
Cristina Rivas, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (Seicap), destaca que las plantas de crecimiento rápido, como las gramíneas y ortigas, son las que más han cambiado respecto a años anteriores. Por el contrario, el polen de árboles como el olivo no ha sufrido tantas variaciones, ya que no depende tanto de las lluvias recientes.
Según Rivas, la evolución de las próximas semanas dependerá en gran medida del clima de junio. “Una lluvia fina ayuda a arrastrar el polen que está suspendido en el aire, limpiando el ambiente. Sin embargo, las tormentas eléctricas, esas lluvias violentas precedidas de viento frío, provocan un efecto paradójico: el polen asciende a cierta altura, se hidrata, se fragmenta y luego cae en partículas más pequeñas, que penetran con mayor facilidad en las vías respiratorias”, explica la alergóloga.
El viento también tiene un papel clave en la dispersión: “El polen está diseñado para diseminarse, pesa muy poco y puede recorrer kilómetros. Los días con viento son especialmente críticos para los alérgicos. Y dependiendo de la procedencia, la situación puede agravarse”. En Valencia, por ejemplo, los vientos de levante suavizan los síntomas, pero los de poniente arrastran pólenes desde otras regiones, como el olivo o las gramíneas.
La mayoría de los casos de alergia primaveral son atendidos en centros de salud. Leovigildo Ginel, coordinador del Grupo de Trabajo de Respiratorio de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), confirma que este año están recibiendo muchos más pacientes que en temporadas anteriores.
La mayoría acude con rinoconjuntivitis, que se trata con antihistamínicos, colirios e inhaladores nasales. “Una parte la derivamos a los alergólogos, pero no es el mejor momento para que ellos vean a los pacientes porque con los medicamentos, las pruebas muchas veces no muestran la alergia. Si los mandamos ahora, ellos los atenderán en unos meses en la sanidad pública”, razona Ginel, quien subraya que la derivación tiene más sentido cuando se contempla el uso de vacunas.
Este tratamiento consiste en inmunoterapia. Zapata afirma que, con un diagnóstico adecuado, puede ser muy eficaz para reducir los síntomas más graves. El reto, no obstante, es que muchos pacientes no son alérgicos a un único tipo de polen. Ángel Moral de Gregorio, alergólogo del Hospital Virgen del Valle de Toledo, señalaba en este periódico que aproximadamente “el 50% de los pacientes polínicos del norte de España y más del 80% de los residentes en el centro y sur son alérgicos a más de uno”.
En estos casos, los síntomas pueden prolongarse durante meses. La exposición comienza en invierno con el ciprés, continúa en primavera con especies como el plátano de sombra, alcanza su punto álgido con gramíneas y olivo, y se extiende hasta septiembre con plantas como amarantáceas y salsolas.
El cambio climático es un factor clave en el alargamiento de las temporadas de polinización, ya que el calor potencia este proceso. A esto se suman los hábitos de vida actuales, lo que ha incrementado el número de personas alérgicas. Según la Seaic, un 25% de los españoles sufre alergias, siete puntos más que hace 25 años.
¿A qué se debe? “Los niños pasan más tiempo en espacios cerrados, expuestos a detergentes, cosméticos, muebles con resinas u otras sustancias que dañan las mucosas. Cuando esas mucosas están alteradas, los alérgenos penetran con mayor facilidad. La contaminación, el ozono antropogénico o la calima también contribuyen”, responde Zapata, que también menciona la reducción de infecciones graves como un factor adicional. “El sistema inmunitario no está ocupado con esas patologías y reacciona a otros estímulos. En los países en desarrollo, con muchas más infecciones, casi no se ven alergias”, añade.
Para prevenir los episodios alérgicos, además de la medicación cuando sea necesaria, Cristina Rivas recomienda el uso de mascarillas FFP2, que filtran el polen, y gafas de sol para proteger los ojos. En los desplazamientos, mantener las ventanillas cerradas permite que el aire acondicionado recircule aire más limpio. “Al llegar a casa, es fundamental ducharse y realizar lavados nasales y oculares, arrastrando así el polen inhalado durante el día y acondicionando las fosas nasales”, asegura.