El calor extremo se ha convertido en una amenaza real para la salud en Europa. Un reciente estudio realizado por el Imperial College de Londres, la Universidad de Berna y otras instituciones europeas revela cifras alarmantes. Hasta un 68% de las muertes por calor durante el verano se pueden atribuir al cambio climático.
En total, 24.400 personas han perdido la vida en 854 ciudades analizadas. De estas, unas 16.500 muertes podrían haberse evitado si no se hubiera producido el aumento de temperaturas provocado por la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Los investigadores advierten que estas cifras son solo “una instantánea” del problema real. Solo se estudió aproximadamente el 30% de la población europea, y muchas muertes por calor no se registran oficialmente. Además, enfermedades como problemas cardíacos, respiratorios o renales empeoran con el calor extremo.
Italia, España y Alemania encabezan la lista de países más afectados, con miles de muertes estimadas. Entre las capitales, Roma, Atenas y París destacan como las más impactadas. Madrid, por ejemplo, presentó un 93% de muertes atribuibles al cambio climático, solo superada por Estocolmo. Los expertos insisten: el aumento de apenas unos grados puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
El estudio también evidencia que los mayores de 65 años son los más vulnerables. Representan el 85% de las muertes por calor. Europa es el continente que más rápido se calienta y, al mismo tiempo, tiene una población que envejece rápidamente. Esto supone un riesgo adicional para la salud y un desafío para los sistemas sanitarios.
Las ciudades son un escenario crítico. Concretamente, el 70% de la población europea vive en zonas urbanas, donde el calor se intensifica hasta 4-6 grados más que en el campo. Asfalto, hormigón, transporte y consumo energético retienen y generan calor. Los investigadores recomiendan aumentar espacios verdes y azules. Estos ayudan a reducir la temperatura y son especialmente necesarios en barrios con viviendas densas y pobres.
Más allá de medidas locales, los expertos subrayan la urgencia de abandonar los combustibles fósiles. Pedro Zorrilla, de Greenpeace, asegura que políticas climáticas fuertes son la única forma de evitar veranos más letales. El mensaje es claro: el cambio climático ya mata y cada retraso en actuar incrementa la mortalidad. El calor extremo no es un riesgo lejano, es un peligro presente que exige respuestas inmediatas.