Si Dios cupiera en nuestro entendimiento sería un Dios razonable, es decir, un Dios más pequeño que nosotros que, al ser inferior, no nos serviría de mucho. Cientos de libros hay que exigen de Dios un determinismo impropio de la libertad que nos ha otorgado. Marionetas no somos, sino hijos, y libres: la elección del mal es una servidumbre de esa libertad que Él quiso depositar en nuestras manos.
“Aclarando” el misterio, en el capítulo tres de su carta a los Efesios, San Pablo nos advierte que “el amor de Dios supera todo conocimiento”… vano sería de nuestra parte encontrar resultados en lo inconcebible.
Sí, es cierto, Auschwitz nos precipita en el abismo del mal hasta el extremo de sentir un demonio irreversible que sembró venenos crueles en el amor de nuestra historia reciente. Desde el ángulo humano, sinceramente creo que a Dios le habrá “costado trabajo” perdonar a estos monstruos si es que tuvieron un tiempo para arrepentirse.
Me llevaron a Auschwitz a la fuerza. No estuve ni estoy preparado para soportar tal tiranía… Mejor no preguntarle a Dios si pudo ser Dios teniéndolos enfrente.