ALBERTO JIMÉNEZ URE
Apologeta del consumo de diversas drogas alucinógenas, propulsor especialmente de la Dietilamida o «ácido lisérgico» [LSD, C20 H25 N3 O] Timothy Leary no fue, cierto, execrado por un presidente norteamericano de quien se afirmaba que lo había calificado como el peor enemigo.
Sin embargo, el padre de la guerra de Irak quiso que científicos decidieran sobre lo perjudicial de las drogas con obcecación, naturalidad o persistencia ingeridas en el territorio imperial yanqui.
«[…] Cuando en 1972 Richard Nixon designó a la Comisión Shafer para evaluar las consecuencias de la política de drogas de Estados Unidos, sus conclusiones indicaron que no había conexión entre el cannabis y otras formas de criminalidad. Asimismo, determinó que el alcohol era más peligroso que la marihuana y que el uso personal de esta última debía ser descriminalizado lo antes posible […]»
Profesor – investigador en la prestigiosa Universidad de Harvard, el devoto de sustancias psicodélicas Timothy Leary se sumó a las propuestas de la Contracultura Norteamericana donde -luego de experimentar con hongos alucinógenos- se convertiría en gurú. Lo he dicho en otros artículos, las motivaciones iniciáticas del Movimiento Hippie fueron pervertidas cuando fortísimas drogas la intoxicaron. Fue prisionero temporal en 36 cárceles, dentro y fuera de su tierra natal:
«[…] Abjuró de la psicología. Dijo que era una disciplina obsoleta, tramposa, poca eficaz y carente de imaginación que pretendía imponer la mente del doctor en la mente del paciente. Cada aparición pública suya era un llamado a expandir conciencias a través del uso del ácido. Pero más allá de la invocación lisérgica, su mensaje iba contra el statu quo de la época en sentidos más amplios. Era antibelicista y apoyaba a los grupos juveniles […]»
Timothy (n. 1920) fue expulsado de algunas instituciones educativas (high schools) y universidades. Publicó un libro de sus memorias (LSD Flashbacks-Una Autobiografía) en el cual confiesa su inconformidad con el sistema que lo mantenía en permanente conflicto. Quizá a él se deba la divulgación entre jóvenes de un adagio que escucharía de su abuelo, y que los rebeldes con o sin causa popularizaron durante la segunda mitad del s. XX: «Sé tú mismo».
Al cabo de varios años, logró graduarse de psicólogo e ingresar al equipo de docentes-investigadores de la Universidad de Harvard. Era alcohólico cuando su primera esposa se suicidó, en un baño, mientras sus hijos jugaban en la planta baja de la casa que ocupaban. El lamentable suceso lo condujo a experimentar, por primera vez, con Psylocibe (hongos, en Cuernavaca, México, 1960). Había sido persuadido de consumir drogas por su colega Anthony Russo. Más tarde, Leary aseveraría que «[…] durante la experiencia de cinco horas aprendió más sobre el funcionamiento del cerebro humano que en 15 años de estudio e investigación académica y trato con pacientes […]».
Fue amigo de Yoko Ono y John Lennon e ideó, sin éxito, transmitir su muerte vía Internet acaecida el 31 de mayo de 1996. El LSD fue, por mucho tiempo, el estupefaciente favorito de la pareja mencionada y otros artistas famosos como Cary Grant y Jack Nicholson. Las consecuencias fueron, históricamente, trágicas. Los gobiernos comenzaron a prohibir el alucinógeno descubierto por Albert Hofmann (n. el 11 de enero de 1906).
«[…] Se sintió inquieto y mareado, durante dos horas vivió una especie de sueño por el que pululaban extraños seres. El científico comprendió más tarde que la Dietilamida del ácido lisérgico le había alterado la conciencia. A partir de ese momento, decidió seguir experimentando, pero esta vez de forma consciente. El 19 de abril de 1943 ingirió una nueva dosis, esta vez de forma voluntaria, que le hizo volver a ver formas extraordinarias y le provocó unas enormes ganas de reír. En ese momento, en plena guerra mundial, el medio de transporte utilizado era la bicicleta. El viaje de regreso a su casa a dos ruedas —todavía bajo los efectos de la droga— junto a su ayudante pasó a formar parte de la leyenda urbana del LSD […]»
Han transcurrido décadas y la lucidez se mantiene al mando en todas las demarcaciones territoriales. No puede ninguna nación estar presidida por un individuo dipsomaníaco, alucinado o estrafalario. Mucho menos por un tropel devoto de quienes alteran sus sentidos cada instante hasta el final de sus días.
«[…] Lo vi y experimenté en Estados Unidos, pero también en Mérida-Venezuela. Fuimos jóvenes impactados por el Pop-Art and Music Also. Pero, quienes eligieron equivocarse convirtiéndose en drogadictos tuvieron una muerte temprana y el talento contracultural declinó, ante lo cual el fracaso fue masivo e internacional. Algunos permanecimos sanos y salvos. Advino una etapa transicional que impulsaría el nacimiento de los denominados yuppies, jóvenes despiertos y capaces de afrontar desafíos especialmente empresariales, tecnológicos y financieros […]»
Por su interés reproducimos este artículo de opinión de Alberto Jiménez Ure publicado en El Nacional.