“Como el que más o el que menos todos sabemos lo que es el Contrato Social”
Ese pacto tácito, imaginario y social por el cual cedemos al Estado una parte de nuestros derechos y libertades para que Él los administre y de esa forma podamos convivir en paz y armonía.
Ese constructo imaginario ya lo plantearon en Antigua Grecia, pero fueron Thomas Hobbes con su “Leviatán” (1651); John Locke, con sus “Dos ensayos sobre el Gobierno Civil” (1690) y Jean Jacques Rousseau con su “Contrato Social” (1762), quienes dieron forma a lo que hoy en día se acepta como “Contrato Social”
Dicen los que mandan, que todos firmamos el contrato social, que todos lo aceptamos, que en caso contrario esto sería la jungla, la ley del más fuerte, que no habría justicia, etc., etc.
Si todos firmamos ese contrato social, lo hacemos tal y como firmamos una hipoteca o el contrato de telefonía móvil, la electricidad o el gas, sin leer la letra pequeña, que es muy pequeña y muy extensa. Nos adherimos a ese contrato de forma obligatoria, no voluntaria.
Hobbes identificó la imagen del Estado con El Leviatán, monstruo bíblico de fuerza suprema e invencible. Rousseau dijo que “quienes acumularon la mayor cantidad de riquezas, instituyen un contrato social que los protege”.
En 1789 los franceses impugnaron las clausulas abusivas del Contrato Social y lo cambiaron. En aquel entonces no existía la OCU ni el defensor del consumidor ni nada parecido. Tenían un aparato que solucionaba esos problemas. La guillotina.
Jon Rawls escribió “Teoría de la Justicia”, en la cual decía que “seres racionales situados bajo un velo de ignorancia se pondrían de acuerdo para establecer unos principios generales de la justicia”.
Lo cierto es que cada día que pasa cedemos algún nuevo derecho al Leviatán, ya no son tan solo derechos básicos como el derecho a buscar justicia y tomarla por nuestra propia mano para no vivir según el derecho natural y vivir bajo ese “velo de ignorancia” que propugna John Rawls.
Cada día cedemos algún nuevo derecho: Poder llevar todo mi dinero, todos mis ahorros en metálico, no tener móvil ni correo electrónico, poder mirar a los ojos a una mujer atractiva y cederle el paso en la puerta, etc.
Tan solo quiero recordar que la impugnación de esas clausulas abusivas que nos impone “El Gran Hermano” no se realiza ante la OCU ni ante el defensor del consumidor, se realiza en la plaza del pueblo, sobre una tarima, y aquí en España con otro aparato solucionador de problemas: El Garrote.
Piensen señores poderosos que cuando se le aprietan las clavijas a los de abajo hay que saber parar o de lo contrario impugnaremos esas clausulas abusivas, ejemplos tienen: Fuenteovejuna, Revolución Francesa, Independencia de los EEUU, etc.
Y en España somos bastante más expeditivos que los franceses.
ALFONSO PAZOS FERNÁNDEZ