Black Phone 2 ya está disponible en formatos digitales de compra y alquiler, y con ella llega el regreso a un universo donde el miedo se siente cercano, humano y profundamente emocional. Tras el éxito de la primera película, inspirada en el relato corto de Joe Hill, Scott Derrickson vuelve a colocarse detrás de la cámara para explorar qué ocurre después de sobrevivir al horror. En esta nueva entrega nos reencontramos con Finn (Mason Thames) y Gwen (Madeleine McGraw), ya unos años mayores, pero todavía marcados por el impacto que dejó en sus vidas The Grabber, el siniestro asesino encarnado por un inquietante Ethan Hawke.
Lejos de limitarse a repetir la fórmula, la secuela elige profundizar en las heridas invisibles que el secuestro dejó en ambos hermanos. Derrickson escarba en sus dinámicas familiares, en cómo el miedo se transforma en silencio, y en cómo el bullying o la culpa pueden crecer cuando el entorno no sabe acompañar esos traumas. Es un enfoque más íntimo, más psicológico, donde el terror no solo se esconde en sótanos oscuros, sino también en la memoria. Esta nueva dirección permite que la película respire por sí misma, alejándose de la sombra de la primera entrega sin traicionar su esencia.
En conversación con Diario Las Américas, Scott Derrickson confesó que Black Phone 2 es su primera secuela, un paso que nunca antes había dado. Y aunque podría parecer un movimiento arriesgado, la película demuestra que el director sabe reinventarse sin perder su sello. Esta vez, el cineasta decide rendir homenaje abierto al terror de los años 70, una época que definió el género y que marcó su propia formación como creador.
La influencia del giallo italiano, de los camp slashers y de títulos icónicos como Nightmare on Elm Street se nota en su puesta en escena: colores saturados, encuadres que buscan inquietar y un ritmo que combina tensión atmosférica con estallidos de violencia controlada. Derrickson no oculta su fascinación por el Super 8MM, un formato que ha utilizado en varias ocasiones y que aquí regresa para dar textura, nostalgia y crudeza a ciertos pasajes de la historia.
El resultado es una película que no solo continúa la narrativa de los protagonistas, sino que también celebra una forma de entender el terror que hoy parece casi artesana. Con Black Phone 2, Derrickson demuestra que una secuela puede aportar frescura, madurez y una mirada más profunda a personajes que aún intentan reconstruirse. Un homenaje a los 70, sí, pero también una reflexión sobre cómo el miedo se transforma y permanece.