De los consejeros áulicos

2 de enero de 2025
6 minutos de lectura
Camilo Villarino. | Fuente: EP
RAFAEL FRAGUAS

Consejeros áulicos son aquellas personas que se sitúan muy cerca de los poderosos, gobernantes, monarcas o mandatarios en general, a los cuales asesoran en sus decisiones. Han de ser personas instruídas e informadas que basan su cometido, precisamente, en informar a gobernantes cuya acción se proponen guiar con sus consejos, recomendaciones y sugerencias. Asimismo, pueden recibir encargos para actuar en determinados cometidos que requieren de la discreción. Por ello, habitualmente, buscan el anonimato. Y lo buscan por distintas razones que abarcan desde la seguridad personal hasta la estricta guarda del secreto de la actuación encomendada. Son igualmente, aunque de manera indirecta, poderosos, pues su influencia sobre quienes gobiernan genera poder.

Sin embargo, los consejeros áulicos que con sus recomendaciones acreditan también la legitimidad del poder al que sirven, manejan materias altamente peligrosas y escurridizas: es el caso de la Razón de Estado. Consiste en un conjunto de hechos, informaciones y propósitos que garantizan la pervivencia del Estado en el espacio geográfico y en el tiempo histórico. Por su propia naturaleza, la Razón de Estado ha de permanecer oculta ya que el conocimiento de tal designio puede convertir en vulnerable al Estado concernido. Su descubrimiento vendría a revelar el talón de Aquiles estatal; por consiguiente, sobre la Razón de Estado de tal país o tal otro recaen las siete llaves que sellan el arcano político por excelencia.

Es preciso tener en cuenta que a medida que se engrandece el secreto, más decrece y disminuye el grado de democraticidad del sistema político del que se trate. Y ello habida cuenta de que, en las democracias, rige el principio de publicidad de los actos políticos y debiera existir también la transparencia de la acción del poder.

En España tenemos algunos casos de consejeros áulicos. Los más conocidos, aunque los desconocidos son exigua legión, son los jefes de la Casa Real y los directores del Centro Nacional de Inteligencia. Ambos despachan frecuentemente con los principales mandatarios a los que informan y a quienes, mediante sus informes, sugieren pautas de actuación. Hoy es obligado referirse a Camilo Villarino, diplomático maño y capitán voluntario de la Unidad Militar de Emergencias, que asesora a Felipe VI desde enero de este año, en el que sustituyó al lucense Jaime Alfonsín.

En la reciente comparecencia del rey ante las cámaras de televisión durante el tradicional discurso de Navidad, el consejero áulico zaragozano tuvo, necesariamente, mucho que ver. El texto del discurso, que suele ser visado por el Gobierno, aunque nunca se sabe… mostraba las cautelas propias de los discursos regios: lo enunciado tenía esa usual impronta bien musculé de este tipo de peroraciones que, en esta ocasión, se vio centrada en un concepto tan útil, manque evanescente, como el del bien común- ¿es común o son comunes los intereses de Juan García López, andaluz, obrero de la construcción y la presidenta del megabanco de Santander?-; llamó mucho la atención que Felipe VI adjetivara la democracia española de liberal, adjetivación ideológica y política que su antecesor creo recordar que nunca se atrevió a formular en esos términos… No convendría olvidar el crucial papel de la izquierda, no liberal por definición aunque sí decisivamente comprometida en la consecución de las libertade, en la conquista de la democracia en España.

Comoquiera que en esos discursos se alude a cuestiones con sustrato ético, se echó muy en falta una condena moral contra el inadmisible infanticidio -ya van 14.500 vidas de niños segadas en Gaza- que Benjamín Nethanyahu ejecuta y un día sí y otro también y que parece empezar a emprender en Yemen; y todo ello, tras haber violado de nuevo el Derecho Internacional mediante la invasión militar del Norte de Líbano, el bombardeo indiscriminado de instalaciones militares y civiles en Siria y la ampliación del territorio sirio ocupado por Israel en los Altos del Golán desde hace 60 años. A los criminales de guerra hay que llamarles por su nombre. Claro que, como al infanticida israelí le protege el aliado norteamericano -con aliados así nosotros no necesitamos enemigos, ya los tenemos mientras arman a Marruecos hasta los dientes para que pacte con Israel- es preciso ser discretos a la hora de criticar al Estado supremacista y ya abiertamente racista que encarna el Gobierno del matarife sionista. Los amigos, como supuestamente lo es España de Estados Unidos, deben sincerarse y decirse la verdad: digan a la Casa Blanca que deje de apoyar el infame genocida. El pueblo español y el estadounidense lo agradecerán. Tal vez estos consejos correspondieran ser dados por Carmen Castiello, asesora diplomática de Felipe VI, recién nombrada.

En el plano interno, el consejero áulico maño Camilo Villarino, debió advertir a su empleador que no se puede hablar de la crisis de la vivienda a los jóvenes españoles, y mucho menos, de la devastadora dana a valencianos y albaceteños, desde un lugar tan fastuoso como la Sala de Columnas del Palacio Real. Es algo tan evidente que resulta chocante, por no decir, incomprensible, que no se haya reparado en tan evidente contradicción. Tal vez CV, como se denomina a Villarino, lo sugiriera y no se le hizo caso.

Tretas de imagen

Quizás el planteamiento áulico -o regio- ante la precariedad habitacional y la derivada de la dana consistió en una treta: fortalecer la imagen regia con el potente icono del Palacio Real como garantía de que cierto poder -simbólico en el caso de la Corona- da más confianza a los damnificados que comparecer desde el domicilio privado de Felipe VI y su familia en La Zarzuela. Claro que, como el rey y la reina habían salido menos dañados que el innombrable Mazón y el jefe del Gobierno, de la bronca popular sufrida en la visita de los cuatro a la zona devastada, tal vez los reyes y/o su consejero áulico sacaron pecho y pensaron que mostrar los fastos palaciegos podía acreditar a la Corona en esta ocasión, idea de poder tan añeja al respecto de la ciudadanía como en abierta contradicción con el vero sentir del pueblo. Como ha sugerido gente cabal, lo que más podía haber prestigiado a la Corona era una visita -sin fotógrafos, ni cámaras- a la zona devastada y averiguar después que Felipe VI y a la reina Leticia Ortiz se habían calzado botas de goma y, provistos de sendas palas, habían dedicado una o varias jornadas a reducir, con otros cientos de voluntarios, el barro y el fango que anegó tan mortalmente tantos hogares valencianos y albaceteños.

Equidistancias forzadas

Tampoco hubiera estado nada mal criticar, en el discurso regio, sin forzadas equidistancias como las que hubo, la ya atosigante actitud de quienes se han instalado en la obsesiva deslegitimación de un Gobierno legítimo, como el actual, y en el insulto desde los escaños de la derecha extrema y la extrema derecha a partir del minuto uno de la formación del Gabinete. Y hubiera resultado muy conveniente, frente al populismo barato, reivindicar la necesidad de la política, como pauta suprema de decisión en la actividad democrática.

Claro que, lo dicho, resulta pedir demasiado. ¿Es demasiado pensar que en entornos áulicos estatales, como los que arropan a la Corona, exista empatía suficiente para innovar percepciones sobre la ciudadanía, percepciones que, todavía, permanecen ancladas en añejos usos y costumbres?. En honor a la verdad, durante los diez años desde el acceso al trono de Felipe VI, ha habido algunos gestos positivos, que afloraron en el tono del mensaje regio como la llamada a la serenidad, al consenso y al diálogo. Pero los españoles de a pie sabemos que esas aleccionadoras y necesarias palabras, con la actual y presumiblemente venidera representación política y parlamentaria de la derecha en la clase política de España, han quedado pulverizadas mismo segundos después de emitirse el mensaje navideño. (Por cierto, y puestos a ser puntillosos, el celeste de la corbata de Felipe VI es una variedad del azul, color elegido por la derecha en sus emblemas. Hay otros colores en la paleta cromática menos comprometedores). En fin.

Por favor, señores y señoras consejeros áulicos, muñidores de este tipo de discursos: traten de ponerse en los zapatos de los ciudadanos de a pie e intenten pensar congruentemente con el existir diario de las personas que pagan las instituciones con sus impuestos, que no necesitan tretas de imagen para combatir sus adversidades, sino compromiso, empatía sincera y verdades.

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