Reflexión casi filosófica de la trayectoria de cualquier ser humano

1 de julio de 2024
4 minutos de lectura

‘El nombre de las horas perdidas’, de Cotarelo Asturias, o la infancia de un mundo en construcción

Por Inmaculada López Melguizo

Recientemente presentamos en la Biblioteca Pública Municipal de La Chana (Granada), el último poemario de José María Cotarelo Asturias (Chema) “El nombre de las horas perdidas”. Editado en Argentina por Corprens y con un magnífico prólogo de Leopoldo Castilla.

Le acompañamos Manuel Peña Taveras, secretario del Ateneo de Granada y compañero del Grupo Letraheridos del Hospital al que ambos pertenecen, e Inmaculada López Melguizo, autora de esta crónica, como bibliotecaria facultativa y coordinadora del Taller de escritura de dicho centro.

Tras dar la bienvenida a los presentes, ya incondicionales del autor, pese a la tormenta veraniega que precedió al acto y los múltiples actos convocados simultáneamente en la ciudad, agradecí como bibliotecaria el apoyo del autor a un centro público por contribuir a revalorizar el papel de la biblioteca como agente de dinamización cultural.

Manuel Peña presentó bio-bliográficamente al autor destacando su personalidad polifacética pues es autor de poesía, prosa, teatro, ensayo, artículos periodísticos y mencionó los numerosos galardones tanto nacionales como internacionales que ha recibido. No olvidemos que es un autor que tiene el mismo o más reconocimiento dentro como fuera de nuestras fronteras.

Tras destacar el valor de la poesía como lenguaje de creación en palabras de Vicente Huidobro, analicé los temas presentes en el libro y la maestría del autor al elegir una tercera persona como voz narrativa (lo más habitual hubiese sido hacerlo en primera persona para dar más fuerza) pero el autor prefirió esta voz dándole la posibilidad de sacar el foco fuera de él mismo. Analicé la presencia de temas recurrentes en poesía como son el descubrimiento al mundo, el amor, la muerte, las tradiciones o cuestiones trascendentales de la vida. Mencioné igualmente la similitud de este poemario con una entrevista que le hicieron a Lorca donde confesó que el vivir en plena naturaleza le llevó a una conexión extraordinaria con ella. Y como gracias a su imaginación y personificación pudo establecer un diálogo con elementos de la naturaleza como los chopos, las rocas, etc. Esta sensibilidad y particular manera de interactuar con el medio es propia de personas con una extrema sensibilidad y, precisamente, es algo que encontraremos en este poemario donde la naturaleza y el entorno asturiano son no solo hogar sino también escuela para el autor.

Comenté igualmente como en la elección del título vuelve a utilizar ese binomio fantástico de Rodari en el que une de forma sugerente dos conceptos abstractos. Ya lo hizo con el poemario anterior “En algún lugar de las palabras”.

A continuación expuse como el poemario aborda la infancia de una forma metaliteraria en sí misma porque los tiempos verbales y los adjetivos van conformando la evolución del ser humano que es el autor. Y como el niño del poemario es un niño con rasgos de adulto que observa, se cuestiona y reflexiona con madurez. Pero insistí en que el tema del libro no es solo la infancia, tal como pudiera parecer en un principio, porque es una reflexión casi filosófica de la trayectoria de cualquier ser humano.

No obstante, la infancia es en este poemario un mundo en construcción, y el niño se acerca a él con una mirada abierta donde todo es posible. Al Chema poeta le pasa algo parecido. Porque la razón no entra en juego y cuando lo hace, lo hace con una sutileza progresiva según va madurando la voz narrativa.

En el siglo XX la poesía española tiene referencias inolvidables a la infancia como es el caso del Niño yuntero o la menos conocida Balada de Caperucita de Lorca. Igualmente se destacaron figuras femeninas que han abordado la infancia de formas muy diferentes (desgarradoras en unos casos y reflexivas en otras). Se mencionó a Ángeles Mora, Isabel Bono, María Alcantarilla o Alba Flores entre otras. Fue intencionado que se diera voz a figuras femeninas actuales básicas para comprender la visión de este poemario.

El poemario se articula en tres partes introducidas por unas citas significativas y muy oportunamente elegidas de Banville, Jung y Borges. Dando coherencia de significado a cada una de las partes. De la primera destaqué las imágenes potentes de esa infancia en un entorno rural (de sabañones, ritos, rezos, de ese descubrir el mundo que le rodea). Y elegí el poema XLII como ejemplo: “La noche olía a castañas asadas, / a pan recién hecho y a manzanas. / Nacían terneros y llegaba la alegría a la casa.” De la segunda parte, iniciada con una cita de Carl Gustav Jung destaqué esa ambivalencia que empieza a haber entre el niño y el adulto que conviven en el autor y por supuesto en el poemario. Y por último una tercera parte donde incidí en como el autor se interroga y cuestiona todo regido ya por un idealismo vencido, apoyado con la lectura del poema LXXXIV: “Aquí donde ya nada se mueve/ ni nadie habita; / en este atroz silencio/ de nadas infinitas. / Aquí donde el aire se niega/ donde la luz es esquiva”.
A continuación tomó la palabra el autor, Chema Cotarelo, que acompañado de una proyección consiguió que el público se trasladara al Taramundi de su infancia. El público conmovido revivió la infancia de Chema como propia, identificándose con muchas de las experiencias y anécdotas narradas. Tras introducir el origen del poemario, nos deleitó recitando magistralmente una selección de sus poemas. No todos los poetas pueden presumir de una dicción y una exquisita declamación como la que posee el autor.

Para finalizar, se abrió un turno de preguntas donde el público asistente planteó cuestiones sobre la obra y el autor. El ambiente fue tan distendido y se sintieron tan identificados que, una vez más a través de la literatura volvió a tejerse una red mágica de complicidad y un diálogo de tú a tú entre el autor y sus lectores. Creo que la magia de un buen libro y los lazos que se crean con la lectura, en este caso la poesía, no pudieron dar mejores frutos en una tarde de complicidades y de encuentros con “Aquel niño que caminaba/de atrás hacia adelante…/ que ahora sabe que está solo, /en mitad de la noche/ frente a la montaña/de aquellos días…/Y, sin embargo, / puede que aún sea el mismo. / Que nunca haya regresado a ninguna parte”.

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